Índice
- Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo. V.
I. Lenin
- Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía
clásica alemana (fragmentos) . F. Engels
- Trabajo asalariado y capital. C.
Marx
- La sociedad de clases y el estado. V.I.
Lenin.
- Teoría de las clases
sociales. Mílciades
Peña
V. I. Lenin.
TRES FUENTES Y TRES PARTES INTEGRANTES DEL MARXISMO
La doctrina de Marx suscita en todo el mundo civilizado la mayor
hostilidad y el odio de toda la ciencia burguesa (tanto la oficial
como la liberal), que ve en el marxismo algo así como una "secta
perniciosa". Y no puede esperarse otra actitud, pues en una
sociedad que tiene como base la lucha de clases no puede existir
una ciencia social "imparcial". De uno u otro modo, toda la
ciencia oficial y liberal defiende la esclavitud asalariada,
mientras que el marxismo ha declarado una guerra implacable a esa
esclavitud. Esperar que la ciencia sea imparcial en una sociedad
de esclavitud asalariada, sería la misma absurda ingenuidad
que esperar imparcialidad por parte de los fabricantes en lo que
se refiere al problema de si deben aumentarse los salarios de los
obreros disminuyendo los beneficios del capital.
Pero hay más. La historia de la filosofía y la historia
de la ciencia social muestran con diáfana claridad que en
el marxismo nada hay que se parezca al "sectarismo", en
el sentido de que sea una doctrina fanática, petrificada,
surgida al margen de la vía principal que ha seguido
el desarrollo de la civilización mundial. Por el contrario,
lo genial en Marx es, precisamente, que dio respuesta a los problemas
que el pensamiento de avanzada de la humanidad había planteado
ya. Su doctrina surgió como la continuación directa
e inmediata de las doctrinas de los más grandes representantes
de la filosofía, la economía política y el socialismo.
La doctrina de Marx es omnipotente porque es verdadera. Es completa
y armónica, y brinda a los hombres una concepción integral
del mundo, intransigente con toda superstición, con toda reacción
y con toda defensa de la opresión burguesa. El marxismo es
el heredero legítimo de lo mejor que la humanidad creó en
el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política
inglesa y el socialismo francés.
Nos detendremos brevemente en estas tres fuentes del
marxismo, que constituyen, a la vez, sus partes integrantes.
I
La filosofía del marxismo es el materialismo. A
lo largo de toda la historia moderna de Europa, y en especial en
Francia a fines del siglo XVIII, donde se desarrolló la batalla
decisiva contra toda la escoria medieval, contra el feudalismo en
las instituciones y en las ideas, el materialismo se mostró como
la única filosofía consecuente, fiel a todo lo que
enseñan las ciencias naturales, hostil a la superstición,
a la mojigata hipocresía, etc. Por eso, los enemigos de la
democracia empeñaron todos sus esfuerzos para tratar de "refutar",
minar, difamar el materialismo y salieron en defensa de las diversas
formas del idealismo filosófico, que se reduce siempre, de
una u otra forma, a la defensa o al apoyo de la religión.
Marx y Engels defendieron del modo más enérgico el
materialismo filosófico y explicaron reiteradas veces el profundo
error que significaba toda desviación de esa base. En las
obras de Engels Ludwig Feuerbach y Anti-Dühring ,
que -- al igual que el Manifiesto Comunista -- son los
libros de cabecera de todo obrero con conciencia de clase, es donde
aparecen expuestas con mayor claridad y detalle sus opiniones.
Pero Marx no se detuvo en el materialismo del siglo XVIII, sino
que desarrolló la filosofía llevándola a un
nivel superior. La enriqueció con los logros de la filosofía
clásica alemana, en especial con el sistema de Hegel, el que,
a su vez, había conducido al materialismo de Feuerbach. El
principal de estos logros es la dialéctica , es decir,
la doctrina del desarrollo en su forma más completa, profunda
y libre de unilateralidad, la doctrina acerca de lo relativo del
conocimiento humano, que nos da un reflejo de la materia en perpetuo
desarrollo. Los novísimos descubrimientos de las ciencias
naturales -- el radio, los electrones, la trasformación de
los elementos -- son una admirable confirmación del materialismo
dialéctico de Marx, quiéranlo o no las doctrinas de
los filósofos burgueses, y sus "nuevos" retornos
al viejo y decadente idealismo.
Marx profundizó y desarrolló totalmente el materialismo
filosófico, e hizo extensivo el conocimiento de la naturaleza
al conocimiento de la sociedad humana. El materialismo
histórico de Marx es una enorme conquista del pensamiento
científico. Al caos y la arbitrariedad que imperan hasta entonces
en los puntos de vista sobre historia y política, sucedió una
teoría científica asombrosamente completa y armónica,
que muestra cómo, en virtud del desarrollo de las fuerzas
productivas, de un sistema de vida social surge otro más elevado;
cómo del feudalismo, por ejemplo, nace el capitalismo.
Así como el conocimiento del hombre refleja la naturaleza
(es decir, la materia en desarrollo), que existe independientemente
de él, así el conocimiento social del hombre (es decir,
las diversas concepciones y doctrinas filosóficas, religiosas,
políticas, etc.), refleja el régimen económico de
la sociedad. Las instituciones políticas son la superestructura
que se alza sobre la base económica. Así vemos, por
ejemplo, que las diversas formas políticas de los Estados
europeos modernos sirven para reforzar la dominación de la
burguesía sobre el proletariado.
La filosofía de Marx es un materialismo filosófico
acabado, que ha proporcionado a la humanidad, y sobre todo a la clase
obrera, la poderosa arma del saber.
II
Después de haber comprendido que el régimen económico
es la base sobre la cual se erige la superestructura política,
Marx se entregó sobre todo al estudio atento de ese sistema
económico. La obra principal de Marx, El Capital ,
está con sagrada al estudio del régimen económico
de la sociedad moderna, es decir, la capitalista.
La economía política clásica anterior a Marx
surgió en Inglaterra, el país capitalista más
desarrollado. Adam Smith y David Ricardo, en sus investigaciones
del régimen económico, sentaron las bases de la teoría
del valor por el trabajo Marx prosiguió su obra; demostró estrictamente
esa teoría y la desarrolló consecuentemente; mostró que
el valor de toda mercancía está determinado por la
cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en
su producción.
Allí donde los economistas burgueses veían relaciones
entre objetos (cambio de una mercancía por otra), Marx descubrió relaciones
entre personas. El cambio de mercancías expresa el vínculo
establecido a través del mercado entre los productores aislados. El
dinero , al unir indisolublemente en un todo único la
vida económica íntegra de los productores aislados,
significa que este vínculo se hace cada vez más estrecho. El
capital significa un desarrollo ulterior de este vínculo:
la fuerza de trabajo del hombre se trasforma en mercancía.
El obrero asalariado vende su fuerza de trabajo al propietario de
la tierra, de las fábricas, de los instrumentos de trabajo.
El obrero emplea una parte de la jornada de trabajo en cubrir el
costo de su sustento y el de su familia (salario); durante la otra
parte de la jornada trabaja gratis, creando para el capitalista la
plusvalía , fuente de las ganancias, fuente de la riqueza
de la clase capitalista.
La teoría de la plusvalía es la piedra angular de
la teoría económica de Marx.
El capital, creado por el trabajo del obrero, oprime al obrero,
arruina a los pequeños propietarios y crea un ejército
de desocupados. En la industria, el triunfo de la gran producción
se advierte en seguida, pero también en la agricultura se
observa ese mismo fenómeno, donde la superioridad de la gran
agricultura capitalista es acrecentada, aumenta el empleo de maquinaria,
y la economía campesina, atrapada por el capital monetario,
languidece y se arruina bajo el peso de su técnica atrasada.
En la agricultura la decadencia de la pequeña producción
asume otras formas, pero es un hecho indiscutible.
Al azotar la pequeña producción, el capital lleva
al aumento de la productividad del trabajo y a la creación
de una situación de monopolio para los consorcios de los grandes
capitalistas. La misma producción va adquiriendo cada vez
más un carácter social -- cientos de miles y millones
de obreros ligados entre sí en un organismo económico
sistemático --, mientras que un puñado de capitalistas
se apropia del producto de este trabajo colectivo. Se intensifican
la anarquía de la producción, las crisis, la carrera
desesperada en busca de mercados, y se vuelve más insegura
la vida de las masas de la población.
Al aumentar la dependencia de los obreros hacia el capital, el sistema
capitalista crea la gran fuerza del trabajo conjunto.
Marx sigue el desarrollo del capitalismo desde los primeros gérmenes
de la economía mercantil, desde el simple trueque, hasta sus
formas más elevadas, hasta la gran producción.
Y la experiencia de todos los países capitalistas, viejos
y nuevos, demuestra claramente, año tras año, a un
número cada vez mayor de obreros, la veracidad de esta doctrina
de Marx.
El capitalismo ha triunfado en el mundo entero, pero este triunfo
no es más que el preludio del triunfo del trabajo sobre el
capital.
III
Cuando fue derrocado el feudalismo y surgió en el mundo la "libre" sociedad
capitalista, en seguida se puso de manifiesto que esa libertad representaba
un nuevo sistema de opresión y explotación del pueblo
trabajador. Como reflejo de esa opresión y como protesta contra
ella, aparecieron inmediatamente diversas doctrinas socialistas.
Sin embargo, el socialismo primitivo era un socialismo utópico. Criticaba
la sociedad capitalista, la condenaba, la maldecía, soñaba
con su destrucción, imaginaba un régimen superior,
y se esforzaba por hacer que los ricos se convencieran de la inmoralidad
de la explotación.
Pero el socialismo utópico no podía indicar una solución
real. No podía explicar la verdadera naturaleza de la esclavitud
asalariada bajo el capitalismo, no podía descubrir las leyes
del desarrollo capitalista, ni señalar qué fuerza
social está en condiciones de convertirse en creadora
de una nueva sociedad.
Entretanto, las tormentosas revoluciones que en toda Europa, y especialmente
en Francia, acompañaron la caída del feudalismo, de
la servidumbre, revelaban en forma cada vez más palpable que
la base de todo desarrollo y su fuerza motriz era la lucha de
clases.
Ni una sola victoria de la libertad política sobre la clase
feudal se logró sin una desesperada resistencia. Ni un solo
país capitalista se formó sobre una base más
o menos libre o democrática, sin una lucha a muerte entre
las diversas clases de la sociedad capitalista.
El genio de Marx consiste en haber sido el primero en deducir de
ello la conclusión que enseña la historia del mundo
y en aplicar consecuentemente esas lecciones. La conclusión
a que llegó es la doctrina de la lucha de clases.
Los hombres han sido siempre, en política, víctimas
necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo
mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases,
declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y
sociales, los intereses de una u otra clase. Los que abogan
por reformas y mejoras se verán siempre burlados por los defensores
de lo viejo mientras no comprendan que toda institución vieja,
por bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza
de determinadas clases dominantes. Y para vencer la resistencia de
esas clases, sólo hay un medio: encontrar
en la misma sociedad que nos rodea, las fuerzas que pueden -- y,
por su situación social, deben -- constituir la
fuerza capaz de barrer lo viejo y crear lo nuevo, y educar y organizar
a esas fuerzas para la lucha.
Sólo el materialismo filosófico de Marx señaló al
proletariado la salida de la esclavitud espiritual en que se han
consumido hasta hoy todas las clases oprimidas. Sólo la teoría
económica de Marx explicó la situación real
del proíetariado en el régimen general del capitalismo.
En el mundo entero, desde Norteamérica hasta el Japón
y desde Suecia hasta el Africa del Sur, se multiplican organizaciones
independientes del proletariado. Este se instruye y educa al librar
su lucha de clase, se despoja de los prejuicios de la sociedad burguesa,
está adquiriendo una cohesión cada vez mayor y aprendiendo
a medir el alcance de sus éxitos, templa sus fuerzas y crece
irresistiblemente.
Federico Engels
LUDWIG FEUERBACH Y EL FIN DE LA FILOSOFÍA
CLÁSICA ALEMANA
(fragmentos)
No ha habido tesis filosófica sobre la que más haya
pesado la gratitud de gobiernos miopes y la cólera de liberales,
no menos cortos de vista, como sobre la famosa tesis de Hegel:
“Todo lo real es racional, y todo lo racional es real”
¿No era esto, palpablemente, la canonización de todo
lo existente, la bendición filosófica dada al despotismo,
al Estado policíaco, a la justicia de gabinete, a la censura?
Así lo creía, en efecto, Federico Guillermo III; así lo
creían sus súbditos. Pero, para Hegel, no todo lo que
existe, ni mucho menos, es real por el solo hecho de existir. En
su doctrina, el atributo de la realidad sólo corresponde a
lo que, además de existir, es necesario.
“la realidad, al desplegarse, se revela como necesidad”
por eso Hegel no reconoce, ni mucho menos, como real, por el solo
hecho de dictarse, una medida cualquiera de gobierno: él mismo
pone el ejemplo <<de cierto sistema tributario>>. Pero
todo lo necesario se acredita también, en última instancia,
como racional. Por tanto, aplicada al Estado prusiano de aquel entonces,
la tesis hegeliana sólo puede interpretarse así: este
Estado es racional, ajustado a la razón, en la medida en que
es necesario; si, no obstante eso, nos parece malo, y, a pesar de
serlo, sigue existiendo, esta maldad del gobierno tiene su justificación
y su explicación en la maldad de sus súbditos. Los
prusianos de aquella época tenían el gobierno que se
merecían.
Ahora bien; según Hegel, la realidad no es, ni mucho menos,
un atributo inherente a una situación social o política
dada en todas las circunstancias y en todos los tiempos. Al contrario.
La república romana era real, pero el imperio romano que la
desplazó lo era también. En 1789, la monarquía
francesa se había hecho tan irreal, es decir, tan despojada
de toda necesidad, tan irracional, que hubo de ser barrida por la
gran Revolución , de la que Hegel hablaba siempre con el mayor
entusiasmo. Como vemos, aquí lo irreal era la monarquía
y lo real la revolución.
Y así, en el curso del desarrollo, todo lo que un día
fue real se torna irreal, pierde su necesidad, su razón de
ser, su carácter racional, y el puesto de lo real que agoniza
es ocupado por una realidad nueva y vital; pacíficamente,
si lo caduco es lo bastante razonable para resignarse a desaparecer
sin lucha; por la fuerza, si se rebela contra esta necesidad. De
este modo, la tesis de Hegel se torna, por la propia dialéctica
hegeliana, en su reverso: todo lo que es real, dentro de los dominios
de la historia humana, se convierte con el tiempo en irracional;
lo es ya, de consiguiente, por su destino, lleva en sí de
antemano el germen de lo irracional; y todo lo que es racional en
la cabeza del hombre se halla destinado a ser un día real,
por mucho que hoy choque todavía con la aparente realidad
existente. La tesis de que todo lo real es racional se resuelve,
siguiendo todas las reglas del método discursivo hegeliano,
en esta otra: todo lo que existe merece perecer.
Y en esto precisamente estribaba la verdadera significación
y el carácter revolucionario de la filosofía hegeliana
(a la que habremos de limitarnos aquí, como remate de todo
el movimiento filosófico iniciado con Kant): en que daba al
traste para siempre con el carácter definitivo de todos los
resultados del pensamiento y de la acción del hombre. En Hegel,
la verdad que trataba de conocer la filosofía no era ya una
colección de tesis dogmáticas fijas que, una vez encontradas,
sólo haya que aprenderse de memoria; ahora, la verdad residía
en el proceso mismo del conocer, en la larga trayectoria histórica
de la ciencia, que, desde las etapas inferiores, se remonta a fases
cada vez más altas de conocimiento, pero sin llegar jamás,
por el descubrimiento de una llamada verdad absoluta, a un punto
en que ya no pueda seguir avanzando, en que sólo le reste
cruzarse de brazos y sentarse a admirar la verdad absoluta conquistada.
Y lo mismo que en el terreno de la filosofía, en los demás
campos del conocimiento y en el de la actuación práctica.
La historia, al igual que el conocimiento, no puede encontrar jamás
su remate definitivo en un estado ideal perfecto de la humanidad;
una sociedad perfecta, un <<Estado>> perfecto, son cosas
que sólo pueden existir en la imaginación; por el contrario:
todos los estadios históricos que se suceden no son más
que otras tantas fases transitorias en el proceso infinito de desarrollo
de la sociedad humana, desde lo inferior a lo superior. Todas las
fases son necesarias, y por tanto, legítimas para la época
y para las condiciones que las engendran; pero todas caducan y pierden
su razón de ser, al surgir condiciones nuevas y superiores,
que van madurando poco a poco en su propio seno; tienen que ceder
el paso a otra fase más alta, a la que también le llegará,
en su día, la hora de caducar y perecer. Del mismo modo que
la burguesía, por medio de la gran industria, la libre concurrencia
y el mercado mundial, acaba prácticamente con todas las instituciones
estables, consagradas por una venerable antigüedad, esta filosofía
dialéctica acaba con todas las ideas de una verdad absoluta
y definitiva y de estados absolutos de la humanidad, congruentes
con aquélla. Ante esta filosofía, no existe nada definitivo,
absoluto, consagrado; en todo pone de relieve lo que tiene de perecedero,
y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del devenir
y del perecer, un ascenso sin fin de lo inferior a lo superior, cuyo
mero reflejo en el cerebro pensante es esta misma filosofía.
Cierto es que tiene también un lado conservador, en cuanto
que reconoce la legitimidad de determinadas fases sociales y de conocimiento,
para su época y bajo sus circunstancias; pero nada más.
El conservadurismo de este modo de concebir es relativo; su carácter
revolucionario es absoluto, es lo único absoluto que deja
en pie.
No necesitamos detenernos aquí a indagar si este modo de
concebir concuerda totalmente con el estado actual de las Ciencias
Naturales, que pronostican a la existencia de la misma Tierra un
fin posible y a su habitabilidad un fin casi seguro; es decir, que
asignan a la historia humana no sólo una vertiente ascendente,
sino también otra descendente. En todo caso, nos encontramos
todavía bastante lejos de la cúspide desde la que empieza
a declinar la historia de la sociedad, y no podemos exigir tampoco
a la filosofía hegeliana que se ocupase de un problema que
las Ciencias Naturales de su época no habían puesto
aún a la orden del día.
Lo que sí tenemos que decir es que en Hegel no aparece desarrollada
con tanta nitidez la anterior argumentación. Es una consecuencia
necesaria de su método, pero el autor no llegó nunca
a deducirla con esta claridad. Por la sencilla razón de que
Hegel veíase coaccionado por la necesidad de construir un
sistema, y un sistema filosófico tiene que tener siempre,
según las exigencias tradicionales, su remate en un tipo cualquiera
de verdad absoluta. Por tanto, aunque Hegel, sobre todo en su Lógica ,
insiste en que esta verdad absoluta no es más que el mismo
proceso lógico (y, respectivamente, histórico), vese
obligado a poner un fin a este proceso, ya que necesariamente tenía
que llegar a un fin, cualquiera que fuere, con su sistema. En la Lógica puede
tomar de nuevo este fin como punto de arranque, puesto que aquí el
punto final, la idea absoluta —que lo único que tiene de absoluto
es que no sabe decirnos absolutamente nada acerca de ella— se <<enajena>>,
es decir, se transforma en la naturaleza, para recobrar más
tarde su ser en el espíritu, o sea en el pensamiento y en
la historia. Pero , al final de toda la filosofía no hay más
que un camino para producir semejante trueque del fin en
el comienzo: decir que el término de la historia es el momento
en que la humanidad cobra conciencia de esta misma idea absoluta
y proclama que esta conciencia de la idea absoluta se logra en la
filosofía hegeliana. Mas, con ello, se erige en verdad absoluta
todo el contenido dogmático del sistema de Hegel, en contradicción
con su método dialéctico, que destruye todo lo dogmático;
con ello, el lado revolucionario de esta filosofía queda asfixiado
bajo el peso de su lado conservador hipertrofiado. Y lo que decimos
del conocimiento filosófico, es aplicable también a
la práctica histórica. La humanidad, que en la persona
de Hegel fue capaz de llegar a descubrir la idea absoluta, tiene
que hallarse también en condiciones de poder implantar prácticamente
en la realidad esta idea absoluta. Los postulados políticos
prácticos que la idea absoluta plantea a sus contemporáneos
no deben ser, por tanto, demasiado exigentes. Y así, al final
de la Filosofía del Derecho nos encontramos
con que la idea absoluta había de realizarse en aquella monarquía
por estamentos que Federico Guillermo III prometiera a sus súbditos
tan tenazmente y tan en vano; es decir, en una dominación
indirecta limitada y moderada de las clases poseedoras, adaptada
a las condiciones pequeñoburguesas de la Alemania de aquella época;
demostrándosenos además, por vía especulativa,
la necesidad de la aristocracia.
Como se ve, ya las necesidades internas del sistema alcanzan a explicar
la deducción de una conclusión política extremadamente
tímida, por medio de un método discursivo absolutamente
revolucionario. […]
Mas todo esto no impedía al sistema hegeliano abarcar un
campo incomparablemente mayor que cualquiera de los que le habían
precedido, y desplegar dentro de este campo una riqueza de pensamiento
que todavía hoy causa asombro. Fenomenología del espíritu
(que podríamos calificar de paralelo de la embriología
y de la paleontología del espíritu: el desarrollo de
la conciencia individual a través de sus diversas etapas,
concebido como la reproducción abreviada de las fases que
recorre históricamente la conciencia del hombre), Lógica,
Filosofía de la naturaleza, Filosofía del espíritu,
esta última investigada a su vez en sus diversas subcategorías
históricas: Filosofía de la Historia , de
Derecho, de la Religión , Historia de la Filosofía
, Estética, etc.; en todos estos variados campos históricos
trabajó Hegel por descubrir y poner de relieve el hilo de
engarce del desarrollo; y como no era solamente un genio creador,
sino que poseía además una erudición enciclopédica,
sus investigaciones hacen época en todos ellos. Huelga decir
que las exigencias del <<sistema>> le obligan, con harta
frecuencia, a recurrir a estas construcciones forzadas que todavía
hacen poner el grito en el cielo a los pigmeos que le combaten. Pero
estas construcciones no son más que el marco y el andamiaje
de su obra; si no nos detenemos ante ellas más de lo necesario
y nos adentramos bien en el gigantesco edificio, descubrimos incontables
tesoros que han conservado hasta hoy día todo su valor. El <<sistema>> es,
cabalmente, lo efímero en todos los filósofos, y lo
es precisamente porque brota de una necesidad imperecedera del espíritu
humano: la necesidad de superar todas las contradicciones. Pero superadas
todas las contradicciones de una vez y para siempre, hemos llegado
a la llamada verdad absoluta, la historia del mundo se ha terminado,
y, sin embargo, tiene que seguir existiendo, aunque ya no tenga nada
que hacer, lo que representa, como se ve, una nueva e insoluble contradicción.
Tan pronto como descubrimos —y en fin de cuentas, nadie nos ha ayudado
más que Hegel a descubrirlo— que planteada así la tarea
de la filosofía, no significa otra cosa que pretender que
un solo filósofo nos dé lo que sólo puede darnos
la humanidad entera en su trayectoria de progreso; tan pronto como
descubrimos esto, se acaba toda filosofía, en el sentido tradicional
de esta palabra. La <<verdad absoluta>>, imposible de
alcanzar por este camino e inasequible para un solo individuo, ya
no interesa, y lo que se persigue son las verdades relativas, asequibles
por el camino de las ciencias positivas y de la generalización
de sus resultados mediante el pensamiento dialéctico. Con
Hegel termina, en general, la filosofía; de un lado, porque
en su sistema se resume del modo más grandioso toda la trayectoria
filosófica; y, de otra parte, porque este filósofo
nos traza, aunque sea inconscientemente, el camino para salir de
este laberinto de los sistemas hacia el conocimiento positivo y real
del mundo.
La gran idea cardinal de que el mundo no puede concebirse como un
conjunto de objetos terminados, sino como un conjunto de procesos ,
en el que las cosas que parecen estables, al igual que sus reflejos
mentales en nuestras cabezas, los conceptos, pasan por una serie
ininterrumpida de cambios, por un proceso de génesis y caducidad,
a través de los cuales, pese a todo su aparente carácter
fortuito y a todos los retrocesos momentáneos, se acaba imponiendo
siempre una trayectoria progresiva; esta gran idea cardinal se halla
ya tan arraigada, sobre todo desde Hegel, en la conciencia habitual,
que expuesta así, en términos generales, apenas encuentra
oposición. Pero una cosa es reconocerla de palabra y otra
cosa es aplicarla a la realidad concreta, en todos los campos sometidos
a investigación. Si en nuestras investigaciones nos colocamos
siempre en este punto de vista, daremos al traste de una vez para
siempre con el postulado de soluciones definitivas y verdades eternas;
tendremos en todo momento la conciencia de que todos los resultados
que obtengamos serán forzosamente limitados y se hallarán
condicionados por las circunstancias en las cuales los obtenemos;
pero ya no nos infundirán respeto esas antítesis irreductibles
para la vieja metafísica todavía en boga: de lo verdadero
y lo falso, lo bueno y lo malo, lo idéntico y lo distinto,
lo necesario y lo fortuito; sabemos que estas antítesis sólo
tienen un valor relativo, que lo que hoy reputamos como verdadero
encierra también un lado falso, ahora oculto, pero que saldrá a
la luz más tarde, del mismo modo que lo que ahora reconocemos
como falso guarda su lado verdadero, gracias al cual fue acatado
como verdadero anteriormente; que lo que se afirma necesario se compone
de toda una serie de meras casualidades y que lo que se cree fortuito
no es más que la forma detrás de la cual se esconde
la necesidad, y así sucesivamente.
El viejo método de investigación y de pensamiento
que Hegel llama <<metafísico>> método que
se ocupaba preferentemente de la investigación de los objetos como
algo hecho y fijo, y cuyos residuos embrollan todavía con
bastante fuerza las cabezas, tenía en su tiempo una gran razón
histórica de ser. Había que investigar las cosas antes
de poder investigar los procesos. Había que saber lo que era
tal o cual objeto, antes de pulsar los cambios que en él se
operaban. Y así acontecía en las Ciencias Naturales.
La vieja metafísica que enfocaba los objetos como cosas fijas
e inmutables, nació de una ciencia de la naturaleza que investigaba
las cosas muertas y las vivas como objetos fijos e inmutables. Cuando
estas investigaciones estaban ya tan avanzadas que era posible realizar
el progreso decisivo consistente en pasar a la investigación
sistemática de los cambios experimentados por aquellos objetos
en la naturaleza misma, sonó también en el campo filosófico
la hora final de la vieja metafísica. En efecto, si hasta
fines del siglo pasado las Ciencias Naturales fueron predominantemente
ciencias colectoras , ciencias de objetos hechos, en nuestro
siglo son ya ciencias esencialmente ordenadoras , ciencias
que estudian los procesos, el origen y el desarrollo de estos objetos
y la concatenación que hace de estos procesos naturales un
gran todo. La fisiología, que investiga los fenómenos
del organismo vegetal y animal, la embriología, que estudia
el desarrollo de un organismo desde su germen hasta su formación
completa, la geología, que sigue la formación gradual
de la corteza terrestre, son, todas ellas, hijas de nuestro siglo.
Pero, hay sobre todo tres grandes descubrimientos, que han dado
un impulso gigantesco a nuestros conocimientos acerca de la concatenación
de los procesos naturales: el primero es el descubrimiento de la
célula, como unidad de cuya multiplicación y diferenciación
se desarrolla todo el cuerpo del vegetal y del animal, de tal modo
que no sólo se ha podido establecer que el desarrollo y el
crecimiento de todos los organismos superiores son fenómenos
sujetos a una sola ley general, sino que, además, la capacidad
de variación de la célula, nos señala el camino
por el que los organismos pueden cambiar de especie, y por tanto,
recorrer una trayectoria superior a la individual. El segundo es
la transformación de la energía, gracias al cual todas
las llamadas fuerzas que actúan en primer lugar en la naturaleza
inorgánica —la fuerza mecánica y su complemento, la
llamada energía potencial, el calor, las radiaciones (la luz
y el calor radiado), la electricidad, el magnetismo, la energía
química— se han acreditado como otras tantas formas de manifestarse
el movimiento universal, formas que, en determinadas proporciones
de cantidad, se truecan las unas en las otras, por donde la cantidad
de una fuerza que desaparece es sustituida por una determinada cantidad
de otra que aparece, y todo el movimiento de la naturaleza se reduce
a este proceso incesante de transformación de unas formas
en otras. Finalmente, el tercero es la prueba, desarrollada primeramente
por Darwin de un modo completo, de que los productos orgánicos
de la naturaleza que hoy existen en torno nuestro, incluyendo los
hombres, son el resultado de un largo proceso de evolución,
que arranca de unos cuantos gérmenes primitivamente unicelulares,
los cuales, a su vez, proceden del protoplasma o albúmina
formada por vía química.
Gracias a estos tres grandes descubrimientos, y a los demás
progresos formidables de las Ciencias Naturales, estamos hoy en condiciones
de poder demostrar no sólo la trabazón entre los fenómenos
de la naturaleza dentro de un campo determinado, sino también,
a grandes rasgos, la existente entre los distintos campos, presentando
así un cuadro de conjunto de la concatenación de la
naturaleza bajo una forma bastante sistemática, por medio
de los hechos suministrados por las mismas Ciencias Naturales empíricas.
El darnos esta visión de conjunto era la misión que
corría antes a cargo de la llamada filosofía de la
naturaleza.
C. Marx
TRABAJO ASALARIADO Y CAPITAL
De diversas partes se nos ha reprochado el que no hayamos expuesto
las relaciones económicas que forman la base material
de la lucha de clases y de las luchas nacionales de nuestros días.
Sólo hemos examinado intencionadamente estas relaciones allí donde
se imponían directamente en las colisiones políticas.
Tratábase, principalmente, de seguir la lucha de clases en
la historia cotidiana, y demostrar empíricamente, con los
materiales históricos existentes y con los que iban apareciendo
todos los días, que con el sojuzgamiento de la clase obrera,
protagonista de febrero y marzo, fueron vencidos, al propio tiempo,
sus adversarios: en Francia, los republicanos burgueses, y en todo
el continente europeo, las clases burguesas y campesinas en lucha
contra el absolutismo feudal; que el triunfo de la «república
honesta» en Francia fue, al mismo tiempo, la derrota de las
naciones que habían respondido a la revolución de febrero
con heroicas guerras de independencia; y, finalmente, que con la
derrota de los obreros revolucionarios, Europa ha vuelto a caer bajo
su antigua doble esclavitud: la esclavitud anglo-rusa .
La batalla de junio en París, la caída de Viena, la
tragicomedia del noviembre berlinés de 1848, los esfuerzos
desesperados de Polonia, Italia y Hungría, el sometimiento
de Irlanda por el hambre: tales fueron los acontecimientos principales
en que se resumió la lucha europea de clases entre la burguesía
y la clase obrera, y a través de los cuales hemos demostrado
que todo levantamiento revolucionario, por muy alejada que parezca
estar su meta de la lucha de clases, tiene necesariamente que fracasar
mientras no triunfe la clase obrera revolucionaria, que toda reforma
social no será más que una utopía mientras la
revolución proletaria y la contrarrevolución feudal
no midan sus armas en una guerra mundial . En nuestra descripción
lo mismo que en la realidad, Bélgica y Suiza eran
estampas de género, caricaturescas y tragicómicas en
el gran cuadro histórico: una, el Estado modelo de la monarquía
burguesa; la otra, el Estado modelo de la república burguesa,
y ambas, Estados que se hacen la ilusión de estar tan libres
de la, lucha de clases como de la revolución europea.
Ahora que nuestros lectores han visto ya desarrollarse la lucha
de clases, durante el año 1848, en formas políticas
gigantescas, ha llegado el momento de analizar más de cerca
las relaciones económicas en que descansan por igual la existencia
de la burguesía y su dominación de clase, así como
la esclavitud de los obreros.
Expondremos en tres grandes apartados:
1) La relación entre el trabajo asalariado y el capital ,
la esclavitud del obrero, la dominación del capitalista.
2) La inevitable ruina, bajo el sistema actual, de las clases
medias burguesas y del llamado estamento campesino .
3) El sojuzgamiento y la explotación comercial de las
clases burguesas de las distintas naciones europeas por Inglaterra ,
el déspota del mercado mundial.
Nos esforzaremos por conseguir que nuestra exposición sea
lo más sencilla y popular posible, sin dar por supuestas ni
las nociones más elementales de la Economía Política.
Queremos que los obreros nos entiendan. Además, en Alemania
reinan una ignorancia y una confusión de conceptos verdaderamente
asombrosas acerca de las relaciones económicas más
simples, que van desde los defensores patentados del orden de cosas
existente hasta los taumaturgos socialistas y los genios
políticos incomprendidos , que en la desmembrada Alemania
abundan todavía más que los «padres de la Patria».
Pasemos, pues, al primer problema:
¿Qué es el salario? ¿Cómo se
determina?
Si preguntamos a los obreros qué salario perciben, uno nos
contestará: «Mi burgués me paga un marco por
la jornada de trabajo»; el otro: «Yo recibo dos marcos»,
etc. Según las distintas ramas del trabajo a que pertenezcan,
nos indicarán las distintas cantidades de dinero que los burgueses
respectivos les pagan por la ejecución de una tarea determinada,
v.gr., por tejer una vara de lienzo o por componer un pliego de imprenta.
Pero, pese a la diferencia de datos, todos coinciden en un punto:
el salario es la cantidad de dinero que el capitalista paga por un
determinado tiempo de trabajo o por la ejecución de una tarea
determinada.
Por tanto, diríase que el capitalista les compra con
dinero el trabajo de los obreros. Estos le venden por dinero
su trabajo. Pero esto no es más que la apariencia. Lo que
en realidad venden los obreros al capitalista por dinero es su fuerza de
trabajo. El capitalista compra esta fuerza de trabajo por un día,
una semana, un mes, etc. Y, una vez comprada, la consume, haciendo
que los obreros trabajen durante el tiempo estipulado. Con el mismo
dinero con que les compra su fuerza de trabajo, por ejemplo, con
los dos marcos, el capitalista podría comprar dos libras de
azúcar o una determinada cantidad de otra mercancía
cualquiera. Los dos marcos con los que compra dos libras de azúcar
son el precio de las dos libras de azúcar. Los dos
marcos con los que compra doce horas de uso de la fuerza de trabajo
son el precio de un trabajo de doce horas. La fuerza de trabajo es,
pues, una mercancía, ni más ni menos que el azúcar.
Aquélla se mide con el reloj, ésta, con la balanza.
Los obreros cambian su mercancía, la fuerza de trabajo, por
la mercancía del capitalista, por el dinero y este cambio
se realiza guardándose una determinada proporción:
tanto dinero por tantas horas de uso de la fuerza de trabajo. Por
tejer durante doce horas, dos marcos. Y estos dos marcos, ¿no
representan todas las demás mercancías que pueden adquirirse
por la misma cantidad de dinero? En realidad, el obrero ha cambiado
su mercancía, la fuerza de trabajo, por otras mercancías
de todo género, y siempre en una determinada proporción.
Al entregar dos marcos, el capitalista le entrega, a cambio de su
jornada de trabajo, la cantidad correspondiente de carne, de ropa,
de leña, de luz, etc. Por tanto, los dos marcos expresan la
proporción en que la fuerza de trabajo se cambia por otras
mercancías, o sea el valor de cambio de la fuerza
de trabajo. Ahora bien, el valor de cambio de una mercancía,
expresado en dinero , es precisamente su precio .
Por consiguiente, el salario no es más que un nombre
especial con que se designa el precio de la fuerza de trabajo, o
lo que suele llamarse precio del trabajo , el nombre especial
de esa peculiar mercancía que sólo toma cuerpo en la
carne y la sangre del hombre.
Tomemos un obrero cualquiera, un tejedor, por ejemplo. El capitalista
le suministra el telar y el hilo. El tejedor se pone a trabajar y
el hilo se convierte en lienzo. El capitalista se adueña del
lienzo y lo vende en veinte marcos, por ejemplo. ¿Acaso el
salario del tejedor representa una parte del lienzo, de
los veinte marcos, del producto de su trabajo? Nada de eso. El tejedor
recibe su salario mucho antes de venderse el lienzo, tal vez mucho
antes de que haya acabado el tejido. Por tanto, el capitalista no
paga este salario con el dinero que ha de obtener del lienzo, sino
de un fondo de dinero que tiene en reserva. Las mercancías
entregadas al tejedor a cambio de la suya, de la fuerza de trabajo,
no son productos de su trabajo, del mismo modo que no lo son el telar
y el hilo que el burgués le ha suministrado. Podría
ocurrir que el burgués no encontrase ningún comprador
para su lienzo. Podría ocurrir también que no se reembolsase
con el producto de su venta ni el salario pagado. Y puede ocurrir
también que lo venda muy ventajosamente, en comparación
con el salario del tejedor. Al tejedor todo esto le tiene sin cuidado.
El capitalista, con una parte de la fortuna de que dispone, de su
capital, compra la fuerza de trabajo del tejedor, exactamente lo
mismo que con otra parte de la fortuna ha comprado las materias primas —el
hilo— y el instrumento de trabajo —el telar—. Una vez hechas estas
compras, entre las que figura la de la fuerza de trabajo necesaria
para elaborar el lienzo, el capitalista produce ya con materias
primas e instrumentos de trabajo de su exclusiva pertenencia .
Entre los instrumentos de trabajo va incluido también, naturalmente,
nuestro buen tejedor, que participa en el producto o en el precio
del producto en la misma medida que el telar; es decir, absolutamente
en nada.
Por tanto, el salario no es la parte del obrero en la mercancía
por él producida. El salario es la parte de la mercancía
ya existente, con la que el capitalista compra una determinada
cantidad de fuerza de trabajo productiva .
La fuerza de trabajo es, pues, una mercancía que su propietario,
el obrero asalariado, vende al capital. ¿Para qué la
vende? Para vivir.
Ahora bien, la fuerza de trabajo en acción, el trabajo mismo,
es la propia actividad vital del obrero, la manifestación
misma de su vida. Y esta actividad vital la vende a otro
para asegurarse los medios de vida necesarios. Es decir,
su actividad vital no es para él más que un medio para
poder existir. Trabaja para vivir. El obrero ni siquiera considera
el trabajo parte de su vida; para él es más bien un
sacrificio de su vida. Es una mercancía que ha adjudicado
a un tercero. Por eso el producto de su actividad no es tampoco el
fin de esta actividad. Lo que el obrero produce para sí no
es la seda que teje ni el oro que extrae de la mina, ni el palacio
que edifica. Lo que produce para sí mismo es el salario ;
y la seda, el oro y el palacio se reducen para él a una determinada
cantidad de medios de vida, si acaso a una chaqueta de algodón,
unas monedas de cobre y un cuarto en un sótano. Y para el
obrero que teje, hila, taladra, tornea, construye, cava, machaca
piedras, carga, etc., por espacio de doce horas al día, ¿son
estas doce horas de tejer, hilar, taladrar, tornear, construir, cavar
y machacar piedras la manifestación de su vida, su vida misma?
Al contrario. Para él, la vida comienza allí donde
terminan estas actividades, en la mesa de su casa, en el banco de
la taberna, en la cama. Las doce horas de trabajo no tienen para él
sentido alguno en cuanto a tejer, hilar, taladrar, etc., sino solamente
como medio para ganar el dinero que le permite sentarse
a la mesa o en el banco de la taberna y meterse en la cama. Si el
gusano de seda hilase para ganarse el sustento como oruga, sería
un auténtico obrero asalariado. La fuerza de trabajo no ha
sido siempre una mercancía . El trabajo no ha sido
siempre trabajo asalariado, es decir, trabajo libre . El esclavo no
vendía su fuerza de trabajo al esclavista, del mismo modo
que el buey no vende su trabajo al labrador. El esclavo es vendido
de una vez y para siempre, con su fuerza de trabajo, a su dueño.
Es una mercancía que puede pasar de manos de un dueño
a manos de otro. El es una mercancía, pero su fuerza de trabajo
no es una mercancía suya . El siervo de la gleba sólo
vende una parte de su fuerza de trabajo. No es él quien obtiene
un salario del propietario del suelo; por el contrario, es éste,
el propietario del suelo, quien percibe de él un tributo.
El siervo de la gleba es un atributo del suelo y rinde frutos al
dueño de éste. En cambio, el obrero libre se
vende él mismo y además, se vende en partes. Subasta
8, 10, 12, 15 horas de su vida, día tras día, entregándolas
al mejor postor, al propietario de las materias primas, instrumentos
de trabajo y medios de vida; es decir, al capitalista. El obrero
no pertenece a ningún propietario ni está adscrito
al suelo, pero las 8, 10, 12, 15 horas de su vida cotidiana pertenecen
a quien se las compra. El obrero, en cuanto quiera, puede dejar al
capitalista a quien se ha alquilado, y el capitalista le despide
cuando se le antoja, cuando ya no le saca provecho alguno o no le
saca el provecho que había calculado. Pero el obrero, cuya única
fuente de ingresos es la venta de su fuerza de trabajo, no puede
desprenderse de toda la clase de los compradores , es decir, de
la clase de los capitalistas , sin renunciar a su existencia.
No pertenece a tal o cual capitalista, sino a la clase capitalista
en conjunto , y es incumbencia suya encontrar un patrono, es
decir, encontrar dentro de esta clase capitalista un comprador.
Antes de pasar a examinar más de cerca la relación
entre el capital y el trabajo asalariado, expondremos brevemente
los factores más generales que intervienen en la determinación
del salario.
El salario es, como hemos visto, el precio de
una determinada mercancía, de la fuerza de trabajo. Por tanto,
el salario se halla determinado por las mismas leyes que determinan
el precio de cualquier otra mercancía.
Ahora bien, nos preguntamos: ¿ Cómo se determina
el precio de una mercancía ?
¿Qué es lo que determina el precio
de una mercancía?
Es la competencia entre compradores y vendedores, la relación
entre la demanda y la oferta, entre la apetencia y la oferta. La
competencia que determina el precio de una mercancía tiene tres
aspectos .
La misma mercancía es ofrecida por diversos vendedores. Quien
venda mercancías de igual calidad a precio más barato,
puede estar seguro de que eliminará del campo de batalla a
los demás vendedores y se asegurará mayor venta. Por
tanto, los vendedores se disputan mutuamente la venta, el mercado.
Todos quieren vender, vender lo más que puedan, y, si es posible,
vender ellos solos, eliminando a los demás. Por eso unos venden
más barato que otros. Tenemos, pues, una competencia entre
vendedores , que abarata el precio de las mercancías puestas
a la venta.
Pero hay también una competencia entre compradores ,
que a su vez, hace subir el precio de las mercancías
puestas a la venta.
Y, finalmente, hay la competencia entre compradores y vendedores ;
unos quieren comprar lo más barato posible, otros vender lo
más caro que puedan. El resultado de esta competencia entre
compradores y vendedores dependerá de la relación existente
entre los dos aspectos de la competencia mencionada más arriba;
es decir, de que predomine la competencia entre las huestes de los
compradores o entre las huestes de los vendedores. La industria lanza
al campo de batalla a dos ejércitos contendientes, en las
filas de cada uno de los cuales se libra además una batalla
intestina. El ejército cuyas tropas se pegan menos entre sí es
el que triunfa sobre el otro.
Supongamos que en el mercado hay 100 balas de algodón y que
existen compradores para 1.000 balas. En este caso, la demanda es,
como vemos, diez veces mayor que la oferta. La competencia entre
los compradores será, por tanto, muy grande; todos querrán
conseguir una bala, y si es posible las cien. Este ejemplo no es
ninguna suposición arbitraria. En la historia del comercio
hemos asistido a períodos de mala cosecha algodonera, en que
unos cuantos capitalistas coligados pugnaban por comprar, no ya cien
balas, sino todas las reservas de algodón de la tierra. En
el caso que citamos, cada comprador procurará, por tanto,
desalojar al otro, ofreciendo un precio relativamente mayor por cada
bala de algodón. Los vendedores, que ven a las fuerzas del
ejército enemigo empeñadas en una rabiosa lucha intestina
y que tienen segura la venta de todas sus cien balas, se guardarán
muy mucho de irse a las manos para hacer bajar los precios del algodón,
en un momento en que sus enemigos se desviven por hacerlos subir.
Se hace, pues, a escape, la paz entre las huestes de los vendedores.
Estos se enfrentan como un solo hombre con los compradores,
se cruzan olímpicamente de brazos. Y sus exigencias no tendrían
límite si no lo tuvieran, y muy concreto, hasta las ofertas
de los compradores más insistentes.
Por tanto, cuando la oferta de una mercancía es inferior
a su demanda, la competencia entre los vendedores queda anulada o
muy debilitada. Y en la medida en que se atenúa esta competencia,
crece la competencia entablada entre los compradores. Resultado:
alza más o menos considerable de los precios de las mercancías.
Con mayor frecuencia se da, como es sabido, el caso inverso, y con
inversos resultados: exceso considerable de la oferta sobre la demanda;
competencia desesperada entre los vendedores; falta de compradores;
lanzamiento de las mercancías al malbarato.
Pero, ¿qué significa eso del alza y la baja de los
precios? ¿Qué quiere decir precios altos y precios
bajos? Un grano de arena es alto si se le mira al microscopio, y,
comparada con una montaña. una torre resulta baja. Si el precio
está determinado por la relación entre la oferta y
la demanda, ¿qué es lo que determina esta relación
entre la oferta y la demanda?
Preguntemos al primer burgués que nos salga al paso. No separará a
meditar ni un instante, sino que, cual nuevo Alejandro Magno, cortará este
nudo metafísico [1] con
la tabla de multiplicar. Nos dirá: si el fabricar la mercancía
que vendo me ha costado cien marcos y la vendo por 110 —pasado un
año, se entiende—, esta ganancia es una ganancia moderada,
honesta y decente. Si obtengo, a cambio de esta mercancía,
120, 130 marcos, será ya una ganancia alta; y si consigo hasta
200 marcos, la ganancia será extraordinaria, enorme. ¿Qué es
lo que le sirve a nuestro burgués de criterio para medir la
ganancia? El coste de producción de su mercancía.
Si a cambio de esta mercancía obtiene una cantidad de otras
mercancías cuya producción ha costado menos, pierde.
Si a cambio de su mercancía obtiene una cantidad de otras
mercancías cuya producción ha costado más, gana.
Y calcula la baja o el alza de su ganancia por los grados que el
valor de cambio de su mercancía acusa por debajo o por encima
de cero, por debajo o por encima del coste de producción .
Hemos visto que la relación variable entre la oferta y la
demanda lleva aparejada tan pronto el alza como la baja de los precios
determina tan pronto precios altos como precios bajos. Si el precio
de una mercancía sube considerablemente, porque la oferta
baje o porque crezca desproporcionadamente la demanda, con ello necesariamente
bajará en proporción el precio de cualquier otra mercancía,
pues el precio de una mercancía no hace más que expresar
en dinero la proporción en que otras mercancías se
entregan a cambio de ella. Si, por ejemplo, el precio de una vara
de seda sube de cinco marcos a seis, bajará el precio de la
plata en relación con la seda, y asimismo disminuirá,
en proporción con ella, el precio de todas las demás
mercancías que sigan costando igual que antes. Para obtener
la misma cantidad de seda ahora habrá que dar a cambio una
cantidad mayor de aquellas otras mercancías. ¿Qué ocurrirá al
subir el precio de una mercancía? Una masa de capitales afluirá a
la rama industrial floreciente, y esta afluencia de capitales al
campo de la industria favorecida durará hasta que arroje las
ganancias normales; o más exactamente, hasta que el precio
de sus productos descienda, empujado por la superproducción,
por debajo del coste de producción.
Y viceversa. Si el precio de una mercancía desciende por
debajo de su coste de producción, los capitales se retraerán
de la producción de esta mercancía. Exceptuando el
caso en que una rama industrial no corresponda ya a la época,
y, por tanto, tenga que desaparecer, esta huida de los capitales
irá reduciendo la producción de aquella mercancía,
es decir, su oferta, hasta que corresponda a la demanda, y, por tanto,
hasta que su precio vuelva a levantarse al nivel de su coste de producción,
o, mejor dicho, hasta que la oferta sea inferior a la demanda; es
decir, hasta que su precio rebase nuevamente su coste de producción, pues
el precio corriente de una mercancía es siempre inferior o
superior a su coste de producción .
Vemos que los capitales huyen o afluyen constantemente del campo
de una industria al de otra. Los precios altos determinan una afluencia
excesiva, y los precios bajos, una huida exagerada.
Podríamos demostrar también, desde otro punto de vista,
cómo el coste de producción determina, no sólo
la oferta, sino también la demanda. Pero esto nos desviaría
demasiado de nuestro objetivo.
Acabamos de ver cómo las oscilaciones de la oferta y la demanda
vuelven a reducir siempre el precio de una mercancía a su
coste de producción. Es cierto que el precio real de una
mercancía es siempre superior o inferior al coste de producción,
pero el alza y la baja se compensan mutuamente , de tal modo
que, dentro de un determinado período de tiempo, englobando
en el cálculo el flujo y el reflujo de la industria, puede
afirmarse que las mercancías se cambian unas por otras con
arreglo a su coste de producción, y su precio se determina,
consiguientemente, por aquél.
Esta determinación del precio por el coste de producción
no debe entenderse en el sentido en que la entienden los economistas.
Los economistas dicen que el precio medio de las mercancías
equivale al coste de producción; que esto es la ley .
Ellos consideran como obra del azar el movimiento anárquico
en que el alza se nivela con la baja y ésta con el alza. Con
el mismo derecho podría considerarse, como lo hacen en efecto
otros economistas, que estas oscilaciones son la ley, y la determinación
del precio por el coste de producción, fruto del azar. En
realidad, si se las examina de cerca. se ve que estas oscilaciones
acarrean las más espantosas desolaciones y son como terremotos
que hacen estremecerse los fundamentos de la sociedad burguesa. son
las únicas que en su curso determinan el precio por el coste
de producción. El movimiento conjunto de este desorden es
su orden. En el transcurso de esta anarquía industrial, en
este movimiento cíclico, la concurrencia se encarga de compensar,
como si dijésemos, una extravagancia con otra.
Vemos, pues, que el precio de una mercancía se determina
por su coste de producción, de modo que las épocas
en que el precio de esta mercancía rebasa el coste de producción
se compensan con aquellas en que queda por debajo de este coste de
producción, y viceversa. Claro está que esta norma
no rige para un producto industrial concreto, sino solamente para
la rama industrial entera. No rige tampoco, por tanto, para un solo
industrial, sino únicamente para la clase entera de los industriales.
La determinación del precio por el coste de producción
equivale a la determinación del precio por el tiempo de trabajo
necesario para la producción de una mercancía, pues
el coste de producción está formado:
1) por las materias primas y el desgaste de los instrumentos, es
decir, por productos industriales cuya fabricación ha costado
una determinada cantidad de jornadas de trabajo y que representan,
por tanto, una determinada cantidad de tiempo de trabajo. y
2) por el trabajo directo; cuya medida es también el tiempo.
Las mismas leyes generales que regulan el precio de las mercancías
en general regulan también, naturalmente, el salario ,
el precio del trabajo .
La remuneración del trabajo subirá o bajará según
la relación entre la demanda y la oferta, según el
cariz que presente la competencia entre los compradores de la fuerza
de trabajo, los capitalistas, y los vendedores de la fuerza de trabajo,
los obreros. A las oscilaciones de los precios de las mercancías
en general les corresponden las oscilaciones del salario. Pero,
dentro de estas oscilaciones, el precio del trabajo se hallará determinado
por el coste de producción, por el tiempo de trabajo necesario
para producir esta mercancía, que es la fuerza de trabajo .
Ahora bien, ¿cuál es el coste de producción
de la fuerza de trabajo?
Es lo que cuesta sostener al obrero como tal obrero y educarlo
para este oficio .
Por tanto, cuanto menos tiempo de aprendizaje exija un trabajo,
menor será el coste de producción del obrero, más
bajo el precio de su trabajo, su salario. En las ramas industriales
que no exigen apenas tiempo de aprendizaje, bastando con la mera
existencia corpórea del obrero, el coste de producción
de éste se reduce casi exclusivamente a las mercancías
necesarias para que aquél pueda vivir en condiciones de trabajar.
Por tanto, aquí el precio de su trabajo estará determinado
por el precio de los medios de vida indispensables .
Pero hay que tener presente, además, otra circunstancia.
El fabricante, al calcular su coste de producción, y con
arreglo a él el precio de los productos, incluye en el cálculo
el desgaste de los instrumentos de trabajo. Si una máquina
le cuesta, por ejemplo, mil marcos y se desgasta totalmente en diez
años, agregará cien marcos cada año al precio
de las mercancías fabricadas, para, al cabo de los diez años,
poder sustituir la máquina ya agotada, por otra nueva. Del
mismo modo hay que incluir en el coste de producción de la
fuerza de trabajo simple el coste de procreación que permite
a la clase obrera estar en condiciones de multiplicarse y de reponer
los obreros agotados por otros nuevos. El desgaste del obrero entra,
por tanto, en los cálculos, ni más ni menos que el
desgaste de las máquinas.
Por tanto, el coste de producción de la fuerza de trabajo
simple se cifra siempre en los gastos de existencia y reproducción
del obrero . El precio de este coste de existencia y reproducción
es el que forma el salario. El salario así determinado es
lo que se llama el salario mínimo . Al igual que
la determinación del precio de las mercancías en general
por el coste de producción, este salario mínimo no
rige para el individuo , sino para la especie .
Hay obreros, millones de obreros, que no ganan lo necesario para
poder vivir y procrear; pero el salario de la clase obrera en
conjunto se nivela, dentro de sus oscilaciones, sobre la base
de este mínimo.
Ahora, después de haber puesto en claro las leyes generales
que regulan el salario, al igual que el precio de cualquier otra
mercancía, ya podemos entrar de un modo más concreto
en nuestro tema.
El capital está formado por materias primas, instrumentos
de trabajo y medios de vida de todo género que se emplean
para producir nuevas materias primas, nuevos instrumentos de trabajo
y nuevos medios de vida. Todas estas partes integrantes del capital
son hijas del trabajo, productos del trabajo, trabajo acumulado .
El trabajo acumulado que sirve de medio de nueva producción
es el capital.
Así dicen los economistas.
¿Qué es un esclavo negro? Un hombre de la raza negra.
Una explicación vale tanto como la otra.
Un negro es un negro. Sólo en determinadas condiciones se
convierte en esclavo. Una máquina de hilar algodón
es una máquina para hilar algodón. Sólo en determinadas
condiciones se convierte en capital . Arrancada a estas
condiciones, no tiene nada de capital, del mismo modo que el oro
no es de por sí dinero , ni el azúcar el precio
del azúcar.
En la producción, los hombres no actúan solamente
sobre la naturaleza, sino que actúan también los unos
sobre los otros. No pueden producir sin asociarse de un cierto modo,
para actuar en común y establecer un intercambio de actividades.
Para producir los hombres contraen determinados vínculos y
relaciones, y a través de estos vínculos y relaciones
sociales, y sólo a través de ellos, es cómo
se relacionan con la naturaleza y cómo se efectúa la
producción.
Estas relaciones sociales que contraen los productores entre sí,
las condiciones en que intercambian sus actividades y toman parte
en el proceso conJunto de la producción variarán, naturalmente
según el carácter de los medios de producción.
Con la invención de un nuevo instrumento de guerra, el arma
de fuego, hubo de cambiar forzosamente toda la organización
interna de los ejércitos. cambiaron las relaciones dentro
de las cuales formaban los individuos un ejército y podían
actuar como tal, y cambió también la relación
entre los distintos ejércitos.
Las relaciones sociales en las que los individuos producen, las
relaciones sociales de producción, cambian, por tanto, se
transforman, al cambiar y desarrollarse los medios materiales de
producción, las fuerzas productivas . Las relaciones
de producción forman en conjunto lo que se llaman las relaciones
sociales, la sociedad, y concretamente, una sociedad con un determinado
grado de desarrollo histórico , una sociedad de carácter
peculiar y distintivo. La sociedad antigua , la sociedad feudal ,
la sociedad burguesa , son otros tantos conjuntos de relaciones
de producción, cada uno de los cuales representa, a la vez,
un grado especial de desarrollo en la historia de la humanidad.
También el capital es una relación social
de producción. Es una relación burguesa de producción ,
una relación de producción de la sociedad burguesa.
Los medios de vida, los instrumentos de trabajo, las materias primas
que componen el capital, ¿no han sido producidos y acumulados
bajo condiciones sociales dadas, en determinadas relaciones sociales? ¿No
se emplean para un nuevo proceso de producción bajo condiciones
sociales dadas, en determinadas relaciones sociales? ¿Y no
es precisamente este carácter social determinado el que convierte en
capital los productos destinados a la nueva producción?
El capital no se compone solamente de medios de vida, instrumentos
de trabajo y materias primas, no se compone solamente de productos
materiales; se compone igualmente de valores de cambio .
Todos los productos que lo integran son mercancías .
El capital no es, pues, solamente una suma de productos materiales;
es una suma de mercancías, de valores de cambio, de magnitudes
sociales .
El capital sigue siendo el mismo, aunque sustituyamos la lana por
algodón, el trigo por arroz, los ferrocarriles por vapores,
a condición de que el algodón, el arroz y los vapores —el
cuerpo del capital— tengan el mismo valor de cambio, el mismo precio
que la lana, el trigo y los ferrocarriles en que antes se encarnaba.
El cuerpo del capital es susceptible de cambiar constantemente, sin
que por eso sufra el capital la menor alteración.
Pero, si todo capital es una suma de mercancías, es decir,
de valores de cambio, no toda suma de mercancías, de valores
de cambio, es capital.
Toda suma de valores de cambio es un valor de cambio. Todo valor
de cambio concreto es una suma de valores de cambio. Por ejemplo,
una casa que vale mil marcos es un valor de cambio de mil marcos.
Una hoja de papel que valga un pfennig, es una suma de valores de
cambio de fennig.
Los productos susceptibles de ser cambiados por otros productos
son mercancías . La proporción concreta en
que pueden cambiarse constituye su valor de cambio , o,
si se expresa en dinero, su precio . La cantidad de estos
productos no altera para nada su destino de mercancías, de
ser un valor de cambio o de tener un determinado precio. Sea grande
o pequeño, un árbol es siempre un árbol. Por
el hecho de cambiar hierro por otros productos en medias onzas o
en quintales, ¿cambia su carácter de mercancía,
de valor de cambio? Lo único que hace el volumen es dar a
una mercancía mayor o menor valor, un precio más alto
o más bajo.
Ahora bien, ¿cómo se convierte en capital una suma
de mercancías, de valores de cambio?
Por el hecho de que, en cuanto fuerza social independiente,
es decir, en cuanto fuerza en poder de una parte de la sociedad ,
se conserva y aumenta por medio del intercambio con la fuerza
de trabajo inmediata, viva . La existencia de una clase que
no posee nada más que su capacidad de trabajo es una premisa
necesaria para que exista el capital.
Sólo el dominio del trabajo acumulado, pretérito,
materializado sobre el trabajo inmediato, vivo, convierte el trabajo
acumulado en capital.
El capital no consiste en que el trabajo acumulado sirva al trabajo
vivo como medio para nueva producción. Consiste en que el
trabajo vivo sirva al trabajo acumulado como medio para conservar
y aumentar su valor de cambio.
¿Qué acontece en el intercambio entre el capitalista
y el obrero asalariado?
El obrero obtiene a cambio de su fuerza de trabajo medios de vida,
pero, a cambio de estos medios de vida de su propiedad, el capitalista
adquiere trabajo, la actividad productiva del obrero, la fuerza creadora
con la cual el obrero no sólo repone lo que consume, sino
que da al trabajo acumulado un mayor valor del que antes poseía .
El obrero recibe del capitalista una parte de los medios de vida
existentes. ¿Para qué le sirven estos medios de vida?
Para su consumo inmediato. Pero, al consumir los medios de vida de
que dispongo, los pierdo irreparablemente, a no ser que emplee el
tiempo durante el cual me mantienen estos medios de vida en producir
otros, en crear con mi trabajo, mientras los consumo, en vez de los
valores destruidos al consumirlos, otros nuevos. Pero esta noble
fuerza reproductiva del trabajo es precisamente la que el obrero
cede al capital, a cambio de los medios de vida que éste le
entrega. Al cederla, se queda, pues, sin ella.
Pongamos un ejemplo. Un granjero abona a su jornalero cinco silbergroschen
por día. Por los cinco silbergroschen el jornalero trabaja
la tierra del granjero durante un día entero, asegurándole
con su trabajo un ingreso de diez silbergroschen. El granjero no
sólo recobra los valores que cede al jornalero, sino que los
duplica. Por tanto, invierte, consume de un modo fecundo, productivo.
los cinco silbergroschen que paga al jornalero. Por estos cinco silbergroschen
compra precisamente el trabajo y la fuerza del jornalero, que crean
productos del campo por el doble de valor y convierten los cinco
silbergroschen en diez. En cambio, el jornalero obtiene en vez de
su fuerza productiva, cuyos frutos ha cedido al granjero, cinco silbergroschen,
que cambia por medios de vida, los cuales se han consumido de dos
modos: reproductivamente para el capital, puesto que éste
los cambia por una fuerza de trabajo [*] que
produce diez silbergroschen; improductivamente para el
obrero, pues los cambia por medios de vida que desaparecen para siempre
y cuyo valor sólo puede recobrar repitiendo el cambio anterior
con el granjero. Por consiguiente, el capital presupone el trabajo
asalariado, y éste, el capital . Ambos se condicionan
y se engendran recíprocamente .
Un obrero de una fábrica algodonera ¿produce solamente
tejidos de algodón? No, produce capital. Produce valores que
sirven de nuevo para mandar sobre su trabajo y crear, por medio de éste,
nuevos valores.
El capital sólo puede aumentar cambiándose por fuerza
de trabajo, engendrando el trabajo asalariado. Y la fuerza de trabajo
del obrero asalariado sólo puede cambiarse por capital acrecentándolo,
fortaleciendo la potencia de que es esclava. El aumento del capital
es, por tanto, aumento del proletariado, es decir, de la clase obrera .
El interés del capitalista y del obrero es, por consiguiente, el
mismo , afirman los burgueses y sus economistas. En efecto,
el obrero perece si el capital no le da empleo. El capital perece
si no explota la fuerza de trabajo, y, para explotarla, tiene que
comprarla. Cuanto más velozmente crece el capital destinado
a la producción, el capital productivo, y, por consiguiente,
cuanto más próspera es la industria, cuanto más
se enriquece la burguesía, cuanto mejor marchan los negocios,
más obreros necesita el capitalista y más caro se
vende el obrero.
Por consiguiente, la condición imprescindible para que la
situación del obrero sea tolerable es que crezca con la
mayor rapidez posible el capital productivo .
Pero, ¿qué significa el crecimiento del capital productivo?
Significa el crecimiento del poder del trabajo acumulado sobre el
trabajo vivo. El aumento de la dominación de la burguesía
sobre la clase obrera. Cuando el trabajo asalariado produce la riqueza
extraña que le domina, la potencia enemiga suya, el capital,
refluyen a él, emanados de éste, medios de trabajo,
es decir, medios de vida, a condición de que se convierta
de nuevo en parte integrante del capital, en palanca que le haga
crecer de nuevo con ritmo acelerado
Decir que los intereses del capital y los intereses de los obreros
son los mismos, equivale simplemente a decir que el capital y el
trabajo asalariado son dos aspectos de una misma relación . El
uno se halla condicionado por el otro, como el usurero por el derrochador,
y viceversa .
Mientras el obrero asalariado es obrero asalariado, su suerte depende
del capital. He ahí la tan cacareada comunidad de intereses
entre el obrero y el capitalista.
Al crecer el capital, crece la masa del trabajo asalariado, crece
el número de obreros asalariados; en una palabra, la dominación
del capital se extiende a una masa mayor de individuos. Y, suponiendo
el caso más favorable: al crecer el capital productivo, crece
la demanda de trabajo y crece también, por tanto, el precio
del trabajo, el salario.
Sea grande o pequeña una casa, mientras las que la rodean
son también pequeñas cumple todas las exigencias sociales
de una vivienda, pero, si junto a una casa pequeña surge un
palacio, la que hasta entonces era casa se encoge hasta quedar convertida
en una choza. La casa pequeña indica ahora que su morador
no tiene exigencias, o las tiene muy reducidas; y, por mucho que,
en el transcurso de la civilización, su casa gane en altura,
si el palacio vecino sigue creciendo en la misma o incluso en mayor
proporción, el habitante de la casa relativamente pequeña
se irá sintiendo cada vez más desazonado, más
descontento, más agobiado entre sus cuatro paredes.
Un aumento sensible del salario presupone un crecimiento veloz del
capital productivo. A su vez, este veloz crecimiento del capital
productivo provoca un desarrollo no menos veloz de riquezas, de lujo,
de necesidades y goces sociales. Por tanto, aunque los goces del
obrero hayan aumentado, la satisfacción social que producen
es ahora menor, comparada con los goces mayores del capitalista,
inasequibles para el obrero, y con el nivel de desarrollo de la sociedad
en general. Nuestras necesidades y nuestros goces tienen su fuente
en la sociedad y los medimos, consiguientemente, por ella, y no por
los objetos con que los satisfacemos. Y como tienen carácter
social, son siempre relativos.
El salario no se determina solamente, en general, por la cantidad
de mercancías que pueden obtenerse a cambio de él.
Encierra diferentes relaciones.
Lo que el obrero percibe, en primer término, por su fuerza
de trabajo, es una determinada cantidad de dinero. ¿Acaso
el salario se halla determinado exclusivamente por este precio en
dinero?
En el siglo XVI, a consecuencia del descubrimiento en América
de minas más ricas y más fáciles de explotar,
aumentó el volumen de oro y plata que circulaba en Europa.
El valor del oro y la plata bajó, por tanto, en relación
con las demás mercancías. Los obreros seguían
cobrando por su fuerza de trabajo la misma cantidad de plata acuñada.
El precio en dinero de su trabajo seguía siendo el mismo,
y, sin embargo, su salario había disminuido, pues a cambio
de esta cantidad de plata, obtenían ahora una cantidad menor
de otras mercancías. Fue ésta una de las circunstancias
que fomentaron el incremento del capital y, el auge de la burguesía
en el siglo XVI.
Tomemos otro caso. En el invierno de 1847, a consecuencia de una
mala cosecha, subieron considerablemente los precios de los artículos
de primera necesidad: el trigo, la carne, la mantequilla, el queso,
etc. Suponiendo que los obreros hubiesen seguido cobrando por su
fuerza de trabajo la misma cantidad de dinero que antes, ¿no
habrían disminuido sus salarios? Indudablemente. A cambio
de la misma cantidad de dinero obtenían menos pan, menos carne,
etc. Sus salarios bajaron, no porque hubiese disminuido el valor
de la plata, sino porque aumentó el valor de los víveres.
Finalmente, supongamos que la expresión monetaria del precio
del trabajo siga siendo el mismo, mientras que todas las mercancías
agrícolas y manufacturadas bajan de precio, merced a la aplicación
de nueva maquinaria, a la estación más favorable, etc.
Ahora, por el mismo dinero los obreros podrán comprar más
mercancías de todas clases. Su salario, por tanto, habrá aumentado,
precisamente por no haberse alterado su valor en dinero.
Como vemos, la expresión monetaria del precio del trabajo,
el salario nominal, no coincide con el salario real, es decir, con
la cantidad de mercancías que se obtienen realmente a cambio
del salario. Por consiguiente, cuando hablamos del alza o de la baja
del salario. no debemos fijarnos solamente en la expresión
monetaria del precio del trabajo, en el salario nominal.
Pero, ni el salario nominal, es decir, la suma de dinero por la
que el obrero se vende al capitalista, ni el salario real, o sea,
la cantidad de mercancías que puede comprar con este dinero,
agotan las relaciones que encierra el salario.
El salario se halla determinado, además y sobre todo, por
su relación con la ganancia, con el beneficio obtenido por
el capitalista: es un salario relativo, proporcional.
El salario real expresa el precio del trabajo en relación
con el precio de las demás mercancías; el salario relativo
acusa, por el contrario, la parte del nuevo valor creado por el trabajo,
que percibe el trabajo directo, en proporción a la parte del
valor que se incorpora al trabajo acumulado, es decir, al capital.
Decíamos más arriba, en la pág. 14: «El
salario no es la parte del obrero en la mercancía por él
producida. El salario es la parte de la mercancía ya existente,
con la que el capitalista compra una determinada cantidad de fuerza
de trabajo productiva. Pero el capitalista tiene que reponer nuevamente
este salario, incluyéndolo en el precio por el que vende el
producto creado por el obrero; y tiene que reponerlo de tal modo,
que, después de cubrir el coste de producción desembolsado,
le quede además, por regla general, un remanente, una ganancia.
El precio de venta de la mercancía producida por el obrero
se divide para el capitalista en tres partes: la primera ,
para reponer el precio desembolsado en comprar materias primas, así como
para reponer el desgaste de las herramientas, máquinas y otros
instrumentos de trabajo adelantados por él; la segunda ,
para reponer los salarios por él adelantados, y la tercera ,
el remanente que queda después de saldar las dos partes anteriores,
la ganancia del capitalista. Mientras que la primera parte se limita
a reponer valores que ya existían , es evidente que
tanto la suma destinada a reembolsar los salarios abonados como el
remanente que forma la ganancia del capitalista salen en su totalidad del
nuevo valor creado por el trabajo del obrero y añadido
a las materias primas. En este sentido , podemos considerar
tanto el salario como la ganancia, para compararlos entre sí,
como partes del producto del obrero.
Puede ocurrir que el salario real continúe siendo el mismo
e incluso que aumente, y, no obstante, disminuya el salario relativo.
Supongamos, por ejemplo, que el precio de todos los medios de vida
baja en dos terceras partes, mientras que el salario diario sólo
disminuye en un tercio, de tres marcos a dos, v. gr. Aunque el obrero,
con estos dos marcos, podrá comprar una cantidad mayor de
mercancías que antes con tres, su salario habrá disminuido,
en relación con la ganancia obtenida por el capitalista. La
ganancia del capitalista (por ejemplo, del fabricante) ha aumentado
en un marco; es decir, que ahora el obrero, por una cantidad menor
de valores de cambio, que el capitalista le entrega, tiene que producir
una cantidad mayor de estos mismos valores. La parte obtenida por
el capital aumenta en comparación con la del trabajo. La distribución
de la riqueza social entre el capital y el trabajo es ahora todavía
más desigual que antes. El capitalista manda con el mismo
capital sobre una cantidad mayor de trabajo. El poder de la clase
de los capitalistas sobre la clase obrera ha crecido, la situación
social del obrero ha empeorado, ha descendido un grado más
en comparación con la del capitalista .
¿Cuál es la ley general que rige el alza y la
baja del salario y la ganancia, en sus relaciones mutuas?
Se hallan en razón inversa . La parte de que
se apropia el capital, la ganancia, aumenta en la misma proporción
en que disminuye la parte que le toca al trabajo, el salario, y
viceversa. La ganancia aumenta en la medida en que disminuye el
salario y disminuye en la medida en que éste aumenta .
Se objetará acaso que el capital puede obtener ganancia cambiando
ventajosamente sus productos con otros capitalistas, cuando aumenta
la demanda de su mercancía, sea mediante la apertura de nuevos
mercados, sea al aumentar momentáneamente las necesidades
en los mercados antiguos. etc.; que, por tanto. las ganancias de
un capitalista pueden aumentar a costa de otros capitalistas, independientemente
del alza o baja del salario, del valor de cambio de la fuerza de
trabajo; que las ganancias del capitalista pueden aumentar también
mediante el perfeccionamiento de los instrumentos de trabajo, la
nueva aplicación de las fuerzas naturales, etc.
En primer lugar, se reconocerá que el resultado sigue siendo
el mismo, aunque se alcance por un camino inverso. Es cierto que
la ganancia no habrá aumentado porque haya disminuido el salario.
pero el salario habrá disminuido por haber aumentado la ganancia.
Con la misma cantidad de trabajo ajeno, el capitalista compra ahora
una suma mayor de valores de cambio, sin que por ello pague el trabajo
más caro; es decir, que el trabajo resulta peor remunerado,
en relación con los ingresos netos que arroja para el capitalista.
Además, recordamos que, pese a las oscilaciones de los precios
de las mercancías, el precio medio de cada mercancía,
la proporción en que se cambia por otras mercancías,
se determina por su coste de producción . Por tanto,
los lucros conseguidos por unos capitalistas a costa de otros dentro
de la clase capitalista se nivelan necesariamente entre sí.
El perfeccionamiento de la maquinaria, la nueva aplicación
de las fuerzas naturales al servicio de la producción, permiten
crear en un tiempo de trabajo dado y con la misma cantidad de trabajo
y capital una masa mayor de productos, pero no, ni mucho menos, una
masa mayor de valores de cambio. Si la aplicación de la máquina
de hilar me permite fabricar en una hora el doble de hilado que antes
de su invención, por ejemplo, cien libras en vez de cincuenta,
a cambio de estas cien libras de hilado no obtendré a la larga
más mercancías que antes a cambio de las cincuenta,
porque el coste de producción se ha reducido a la mitad o
porque, ahora, con el mismo coste puedo fabricar el doble del producto.
Finalmente, cualquiera que sea la proporción en que la clase
capitalista, la burguesía, bien la de un solo país
o la del mercado mundial entero, se reparta los ingresos netos de
la producción, la suma global de estos ingresos netos no será nunca
otra cosa que la suma en que el trabajo vivo incrementa en bloque
el trabajo acumulado. Por tanto, esta suma global crece en la proporción
en que el trabajo incrementa el capital; es decir, en la proporción
en que crece la ganancia, en comparación con el salario.
Vemos, pues, que, aunque nos circunscribimos a las relaciones
entre el capital y el trabajo asalariado, los intereses del trabajo
asalariado y los del capital son diametralmente opuestos .
Un aumento rápido del capital equivale a un rápido
aumento de la ganancia. La ganancia sólo puede crecer rápidamente
si el precio del trabajo, el salario relativo, disminuye con la misma
rapidez. El salario relativo puede disminuir aunque aumente el salario
real simultáneamente con el salario nominal, con la expresión
monetaria del valor del trabajo, siempre que éstos no suban
en la misma proporción que la ganancia. Si , por ejemplo,
en una época de buenos negocios, el salario aumenta en un
cinco por ciento y la ganancia en un treinta por ciento, el salario
relativo, proporcional, no habrá aumentado , sino disminuido .
Por tanto, si, con el rápido incremento del capital, aumentan
los ingresos del obrero, al mismo tiempo se ahonda el abismo social
que separa al obrero del capitalista, y crece, a la par, el poder
del capital sobre el trabajo, la dependencia de éste con respecto
al capital.
Decir que el obrero está interesado en el rápido incremento
del capital, sólo significa que cuanto más aprisa incrementa
el obrero la riqueza ajena, más sabrosas migajas le caen para él,
más obreros pueden encontrar empleo y ser echados al mundo,
más puede crecer la masa de los esclavos sujetos al capital.
Hemos visto, pues:
Que, incluso la situación más favorable para
la clase obrera, el incremento más rápido posible
del capital , por mucho que mejore la vida material del obrero,
no suprime el antagonismo entre sus intereses y los intereses del
burgués, los intereses del capitalista. Ganancia y salario seguirán
hallándose, exactamente lo mismo que antes, en razón
inversa .
Que si el capital crece rápidamente, pueden aumentar también
los salarios, pero que aumentarán con rapidez incomparablemente
mayor las ganancias del capitalista. La situación material
del obrero habrá mejorado, pero a costa de su situación
social. El abismo social que le separa del capitalista se habrá ahondado.
Y, finalmente:
Que el decir que la condición más favorable para el
trabajo asalariado es el incremento más rápido posible
del capital productivo, sólo significa que cuanto más
rápidamente la clase obrera aumenta y acrecienta el poder
enemigo, la riqueza ajena que la domina, tanto mejores serán
las condiciones en que podrá seguir laborando por el incremento
de la riqueza burguesa, por el acrecentamiento del poder del capital,
contenta con forjar ella misma las cadenas de oro con las que le
arrastra a remolque la burguesía.
El incremento del capital productivo y el aumento del salario , ¿son
realmente dos cosas tan inseparablemente enlazadas como afirman los
economistas burgueses? No debemos creerles simplemente de palabra.
No debemos siquiera creerles que cuanto más engorde el capital,
mejor cebado estará el esclavo. La burguesía es demasiado
instruida. demasiado calculadora, para compartir los prejuicios del
señor feudal, que alardeaba con el brillo de sus servidores.
Las condiciones de existencia de la burguesía la obligan a
ser calculadora.
Deberemos, pues, investigar más de cerca lo siguiente: ¿Cómo
influye el crecimiento del capital productivo sobre el salario?
Si crece el capital productivo de la sociedad burguesa en bloque,
se produce una acumulación más multilateral de
trabajo. Crece el número y el volumen de capitales. El
aumento del número de capitales hace aumentar la concurrencia
entre los capitalistas . El mayor volumen de los capitales
permite lanzar al campo de batalla industrial ejércitos obreros
más potentes, con armas de guerra más gigantescas .
Sólo vendiendo más barato pueden unos capitalistas
desalojar a otros y conquistar sus capitales. Para poder vender más
barato sin arruinarse, tienen que producir mas barato; es decir,
aumentar todo lo posible la fuerza productiva del trabajo. Y lo que
sobre todo aumenta esta fuerza productiva es una mayor división
del trabajo , la aplicación en mayor escala y el constante
perfeccionamiento de la maquinaria . Cuanto mayor es el
ejército de obreros entre los que se divide el trabajo, cuanto
más gigantesca es la escala en que se aplica la maquinaria,
más disminuye relativamente el coste de producción,
más fecundo se hace el trabajo. De aquí que entre los
capitalistas se desarrolle una rivalidad en todos los aspectos para
incrementar la división del trabajo y la maquinaria y explotarlos
en la mayor escala posible.
Si un capitalista, mediante una mayor división del trabajo,
empleando y perfeccionando nuevas máquinas, explotando de
un modo más provechoso y más extenso las fuerzas naturales.
encuentra los medios para fabricar, con la misma cantidad de trabajo
o de trabajo acumulado, una suma mayor de productos, de mercancías,
que sus competidores; si, por ejemplo, en el mismo tiempo de trabajo
en que sus competidores tejen media vara de lienzo. él produce
una vara entera, ¿cómo procederá este capitalista?
Podría seguir vendiendo la media vara de lienzo al mismo
precio a que venía cotizándose anteriormente en el
mercado, pero esto no sería el medio más adecuado para
desalojar a sus adversarios de la liza y extender sus propias ventas.
Sin embargo, en la misma medida en que se dilata su producción,
se dilata para él la necesidad de mercado. Los medios de producción,
más potentes y más costosos que ha puesto en pie, le permiten vender
su mercancía mas barata, pero al mismo tiempo le obligan
a vender más mercancías , a conquistar para éstas
un mercado incomparablemente mayor ; por tanto, nuestro
capitalista venderá la media vara de lienzo más barata
que sus competidores.
Pero, el capitalista no venderá una vara entera de lienzo
por el mismo precio a que sus competidores venden la media vara,
aunque a él la producción de una vara no le cueste
más que a los otros la media. Si lo hiciese así, no
obtendría ninguna ganancia extraordinaria; sólo recobraría
por el trueque el coste de producción. Por tanto, aunque obtuviese
ingresos mayores, éstos provendrían de haber puesto
en movimiento un capital mayor, pero no de haber logrado que su capital
aumentase más que los otros. Además, el fin que persigue,
lo alcanza fijando el precio de su mercancía tan sólo
unos puntos más bajo que sus competidores. Bajando el
precio , los desaloja y les arrebata por lo menos una parte
del mercado. Y, finalmente, recordamos que el precio corriente es
siempre superior o inferior al coste de producción ,
según que la venta de una mercancía coincida con la
temporada favorable o desfavorable de una rama industrial. Los puntos
que el capitalista, que aplica nuevos y más fecundos medios
de producción, puede añadir a su coste real de producción,
al fijar el precio de su mercancía, dependerán de que
el precio de una vara de lienzo en el mercado sea superior o inferior
a su anterior coste habitual de producción.
Pero el privilegio de nuestro capitalista no es de larga
duración; otros capitalistas, en competencia con él,
pasan a emplear las mismas máquinas, la misma división
del trabajo y en una escala igual o mayor, hasta que esta innovación
acaba por generalizarse tanto, que el precio del lienzo queda por
debajo, no ya del antiguo , sino incluso de su nuevo coste
de producción .
Los capitalistas vuelven a encontrarse, pues, unos frente a otros,
en la misma situación en que se encontraban antes de
emplear los nuevos medios de producción; y si, con estos medios,
podían suministrar por el mismo precio el doble de producto
que antes, ahora se ven obligados a entregar el doble de
producto por menos del precio antiguo. Y comienza la misma
historia, sobre la base de este nuevo coste de producción.
Más división del trabajo, más maquinaria en
una escala mayor. Y la competencia vuelve a reaccionar, exactamente
igual que antes, contra este resultado.
Vemos, pues, cómo se subvierten, se revolucionan incesantemente
el modo de producción y los medios de producción, cómo
la división del trabajo acarrea necesariamente otra división
mayor del trabajo, la aplicación de la maquinaria, otra aplicación
mayor de la maquinaria, la producción en gran escala, una
producción en otra escala mayor .
Tal es la ley que saca constantemente de su viejo cauce a la producción
burguesa y obliga al capital a tener constantemente en tensión
las fuerzas productivas del trabajo, por haberlas puesto
antes en tensión; la ley que no le deja punto de sosiego y
le susurra incesantemente al oído: ¡Adelante! ¡Adelante!
Esta ley no es sino la que, dentro de las oscilaciones de los períodos
comerciales, nivela necesariamente el precio de una mercancía con
su coste de producción .
Por potentes que sean los medios de producción que un capitalista
arroja a la liza, la concurrencia se encargará de generalizar
el empleo de estos medios de producción, y, a partir del momento
en que se hayan generalizado, el único fruto de la mayor fecundidad
de su capital es que ahora tendrá que dar por el mismo
precio diez, veinte, cien veces más producto que antes.
Pero como, para compensar con la cantidad mayor del producto vendido
el precio más bajo de venta, tendrá que vender acaso
mil veces más, porque ahora necesita una venta en masa, no
sólo para ganar más, sino para reponer el coste de
producción, ya que los propios instrumentos de producción
van siendo, como hemos visto, cada vez más caros, y como esta
venta en masa no es una cuestión vital solamente para él,
sino también para sus rivales, la vieja contienda se desencadena
con tanta mayor violencia cuanto más fecundos son los
medios de producción ya inventados . Por tanto, la
división del trabajo y la aplicación de maquinaria
seguirán desarrollándose de nuevo, en una escala incomparablemente
mayor .
Cualquiera que sea la potencia de los medios de producción
empleados, la competencia procura arrebatar al capital los frutos
de oro de esta potencia, reduciendo el precio de las mercancías
al coste de producción, y, por tanto, convirtiendo en una
ley imperativa el que en la medida en que pueda producirse más
barato, es decir, en que pueda producirse más con la misma
cantidad de trabajo, haya que abaratar la producción, que
suministrar cantidades cada vez mayores de productos por el mismo
precio. Por donde el capitalista, como fruto de sus propios desvelos,
sólo saldría ganando la obligación de rendir
más en el mismo tiempo de trabajo; en una palabra, condiciones
más difíciles para el aumento del valor de su capital .
Por tanto, mientras que la concurrencia le persigue constantemente
con su ley del coste de producción, y todas las armas que
forja contra sus rivales se vuelven contra él mismo, el capitalista
se esfuerza por burlar constantemente la competencia empleando sin
descanso, en lugar de las antiguas, nuevas máquinas, que,
aunque más costosas, producen más barato e implantando
nuevas divisiones del trabajo en sustitución de las antiguas,
sin esperar a que la competencia haga envejecer los nuevos medios.
Representémonos esta agitación febril proyectada al
mismo tiempo sobre todo el mercado mundial , y nos formaremos
una idea de cómo el incremento, la acumulación y concentración
del capital trae consigo una división del trabajo, una aplicación
de maquinaria nueva y un perfeccionamiento de la antigua en una carrera
atropellada e ininterrumpida, en escala cada vez más gigantesca.
Ahora bien, ¿cómo influyen estos factores, inseparables
del incremento del capital productivo, en la determinación
del salario?
Una mayor división del trabajo permite a un obrero
realizar el trabajo de cinco, diez o veinte; aumenta, por tanto,
la competencia entre los obreros en cinco, diez o veinte veces. Los
obreros no sólo compiten entre sí vendiéndose
unos más barato que otros, sino que compiten también
cuando uno solo realiza el trabajo de cinco, diez o veinte;
y la división del trabajo , implantada y constantemente
reforzada por el capital, obliga a los obreros a hacerse esta clase
de competencia.
Además, en la medida en que aumenta la división
del trabajo , éste se simplifica . La pericia
especial del obrero no sirve ya de nada. Se le convierte en una
fuerza productiva simple y monótona, que no necesita poner
en juego ningún recurso físico ni espiritual. Su
trabajo es ya un trabajo asequible a cualquiera. Esto hace que
afluyan de todas partes competidores; y, además, recordamos
que cuanto más sencillo y más fácil de aprender
es un trabajo, cuanto menor coste de producción supone el
asimilárselo, más disminuye el salario, ya que éste
se halla determinado, como el precio de toda mercancía,
por el coste de producción.
Por tanto, a medida que el trabajo va haciéndose más
desagradable, más repelente, aumenta la competencia y disminuye
el salario . El obrero se esfuerza por sacar a flote el volumen
de su salario trabajando más; ya sea trabajando más
horas al día o produciendo más en cada hora. Es decir,
que, acuciado por la necesidad, acentúa todavía más
los fatales efectos de la división del trabajo. El resultado
es que, cuanto más trabaja, menos jornal gana ;
por la sencilla razón de que en la misma medida hace la
competencia a sus compañeros, y convierte a éstos,
por consiguiente, en otros tantos competidores suyos, que se ofrecen
al patrono en condiciones tan malas como él; es decir, porque,
en última instancia, se hace la competencia a sí mismo,
en cuanto miembro de la clase obrera .
La maquinaria produce los mismos efectos en una escala
mucho mayor, al sustituir los obreros diestros por obreros inexpertos,
los hombres por mujeres, los adultos por niños, y porque,
además, la maquinaria, dondequiera que se implante por primera
vez, lanza al arroyo a masas enteras de obreros manuales, y, donde
se la perfecciona, se la mejora o se la sustituye por máquinas
más productivas, va desalojando a ;los obreros en pequeños
pelotones. Más arriba, hemos descrito a grandes rasgos la
guerra industrial de unos capitalistas con otros. Esta guerra
presenta la particularidad de que en ella las batallas no se ganan
tanto enrolando a ejércitos obreros, como licenciándolos . Los
generales, los capitalistas rivalizan a ver quién licencia
más soldados industriales .
Los economistas nos dicen, ciertamente, que los obreros a quienes
la maquinaria hace innecesarios encuentran nuevas ramas
en que trabajar.
No se atreven a afirmar directamente que los mismos obreros desalojados
encuentran empleo en nuevas ramas de trabajo, pues los hechos hablan
demasiado alto en contra de esta mentira. Sólo afirman, en
realidad, que se abren nuevas posibilidades de trabajo para otros
sectores de la clase obrera ; por ejemplo, para aquella parte
de la generación obrera juvenil que estaba ya preparada para
ingresar en la rama industrial desaparecida. Es, naturalmente, un
gran consuelo para los obreros eliminados. A los señores capitalistas
no les faltarán carne y sangre fresca explotables y dejarán
que los muertos entierren a sus muertos. Pero esto servirá de
consuelo más a los propios burgueses que a los obreros. Si
la maquinaria destruyese íntegra la clase de los obreros asalariados, ¡que
espantoso sería esto para el capital, que sin trabajo asalariado
dejaría de ser capital!
Pero, supongamos que los obreros directamente desalojados del trabajo
por la maquinaria y toda la parte de la nueva generación que
aguarda la posibilidad de colocarse en la misma rama encuentren
nuevo empleo . ¿Se cree que por este nuevo trabajo se
les habría de pagar tanto como por el que perdieron? Esto
estaría en contradicción con todas las leyes de la
economía . Ya hemos visto cómo la industria moderna
lleva siempre consigo la sustitución del trabajo complejo
y superior por otro más simple y de orden inferior.
¿Cómo, pues, una masa de obreros expulsados por la
maquinaria de una rama industrial va a encontrar refugio en otra,
a no ser con salarios más bajos, peores ?
Se ha querido aducir como una excepción a los obreros que
trabajan directamente en la fabricación de maquinaria. Visto
que la industria exige y consume más maquinaria, se nos dice,
las máquinas tienen, necesariamente, que aumentar, y con ellas
su fabricación, y, por tanto, los obreros empleados en la
fabricación de la maquinaria; además, los obreros que
trabajan en esta rama industrial son obreros expertos, incluso instruidos.
Desde el año 1840, esta afirmación, que ya antes sólo
era exacta a medias, ha perdido toda apariencia de verdad, pues en
la fabricación de maquinaria se emplean cada vez en mayor
escala máquinas, ni más ni menos que para la fabricación
de hilo de algodón, y los obreros que trabajan en las fábricas
de maquinaria sólo pueden desempeñar el papel de máquinas
extremadamente imperfectas, al lado de las complicadísimas
que se utilizan.
Pero, ¡en vez del hombre adulto desalojado por la máquina,
la fábrica da empleo tal vez a tres niños
y a una mujer! ¿Y acaso el salario del hombre no
tenía que bastar para sostener a los tres niños y a
la mujer? ¿No tenía que bastar el salario mínimo
para conservar y multiplicar el género? ¿Qué prueba,
entonces, este favorito tópico burgués? Prueba únicamente
que hoy, para pagar el sustento de una familia obrera,
la industria consume cuatro vidas obreras por una que consumía
antes.
Resumiendo: cuanto más crece el capital productivo, mas
se extiende la división del trabajo y la aplicación
de maquinaria . Y cuanto más se extiende la división
del trabajo y la aplicación de la maquinaria, más
se acentúa la competencia entre los obreros y más
se reduce su salario .
Además, la clase obrera se recluta también entre capas
más altas de la sociedad . Hacia ella va descendiendo
una masa de pequeños industriales y pequeños rentistas,
para quienes lo más urgente es ofrecer sus brazos junto
a los brazos de los obreros. Y así, el bosque de brazos
que se extienden y piden trabajo es cada vez más espeso,
al paso que los brazos mismos que lo forman son cada vez más
flacos.
De suyo se entiende que el pequeño industrial no puede hacer
frente a esta lucha, una de cuyas primeras condiciones es producir
en una escala cada vez mayor, es decir, ser precisamente un gran
y no un pequeño industrial.
Que el interés del capital disminuye en la misma medida que
aumentan la masa y el número de capitales. en la que crece
el capital, y que, por tanto, el pequeño rentista no puede
seguir viviendo de su renta y tiene que lanzarse a la industria,
ayudando de este modo a engrosar las filas de los pequeños
industriales. y, con ello las de los candidatos a proletarios, es
cosa que tampoco requiere más explicación.
Finalmente, a medida que los capitalistas se ven forzados, por el
proceso que exponíamos más arriba, a explotar en una
escala cada vez mayor los gigantescos medios de producción
ya existentes, viéndose obligados para ello a poner en juego
todos los resortes del crédito, aumenta la frecuencia de los
terremotos industriales, en los que el mundo comercial sólo
logra mantenerse a flote sacrificando a los dioses del averno una
parte de la riqueza, de los productos y hasta de las fuerzas productivas;
aumentan, en una palabra, las crisis . Estas se hacen más
frecuentes y más violentas, ya por el solo hecho de que. a
medida que crece la masa de producción y, por tanto, la necesidad
de mercados más extensos, el mercado mundial va reduciéndose
más y más, y quedan cada vez menos mercados nuevos
que explotar, pues cada crisis anterior somete al comercio mundial
un mercado no conquistado todavía o que el comercio sólo
explotaba superficialmente. Pero el capital no vive sólo
del trabajo. Este amo, a la par distinguido y bárbaro, arrastra
consigo a la tumba los cadáveres de sus esclavos, hecatombes
enteras de obreros que sucumben en las crisis. Vemos, pues, que, si
el capital crece rápidamente, crece con rapidez incomparablemente mayor
todavía la competencia entre los obreros, es decir, disminuyen
tanto más, relativamente, los medios de empleo y los medios
de vida de la clase obrera; y, no obstante esto, el rápido
incremento del capital es la condición más favorable
para el trabajo asalariado .
Escrito por C. Marx; sobre la base de las conferencias
pronunciadas en la segunda quincena de diciembre de 1847.
Se publica de acuerdo con el texto del folleto.
Traducido del alemán.
NOTAS
[1] Alusión
a la leyenda del complicado nudo con que Gordio, rey de Frigia, unió el
yugo al timón de su carro; según la predicción
de un oráculo, quien lo desanudase sería el soberano
de Asia; Alejandro de Macedonia, después de varias tentativas
infructuosas, lo cortó con su espada.
[*] En
este lugar el término «fuerza de trabajo» no fue
introducido por Engels, sino que figura ya en el texto publicado
por Marx en la «Neue Rheinische Zeitung» (N. de la Edit.)
V. I. Lenin.
CAPITULO I
LA SOCIEDAD DE CLASES Y EL ESTADO
(EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN)
1. El Estado, producto del carácter
irreconciliable de las contradicciones de clase
Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la
historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios
y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación.
En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les
someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia
más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña
más desenfrenada de mentiras y calumnias.
Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos,
canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de
una cierta aureola de gloria para "consolar" y engañar
a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina
revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola.
En semejante "arreglo" del marxismo se dan la mano actualmente
la burguesía y los oportunistas dentro del movimiento obrero.
Olvidan, re legan a un segundo plano, tergiversan el aspecto revolucionario
de esta doctrina, su espíritu revolucionario. Hacen pasar
a primer plano, ensalzan lo que es o parece ser aceptable para la
burguesía. Todos los socialchovinistas son hoy -- ¡bromas
aparte! -- "marxistas". Y cada vez con mayor frecuencia
los sabios burgueses alemanes, que ayer todavía eran especialistas
en pulverizar el marxismo, hablan hoy ¡de un Marx "nacional-alemán" que,
según ellos, educó estas asociaciones obreras tan magníficamente
organizadas para llevar a cabo la guerra de rapiñal!
Ante esta situación, ante la inaudita difusión
de las tergiversaciones del marxismo, nuestra misión consiste,
ante todo, en restaurar la verdadera doctrina de Marx sobre
el Estado. Para esto es necesario citar toda una serie de pasajes
largos de las obras mismas de Marx y Engels. Naturalmente, las citas
largas hacen la exposición pesada y en nada contribuyen a
darle un carácter popular. Pero es de todo punto imposible
prescindir de ellas. No hay más remedio que citar del modo
más completo posible todos los pasajes, o, por lo menos, todos
los pasajes decisivos, de las obras de Marx y Engels sobre la cuestión
del Estado, para que el lector pueda formarse por su cuenta una noción
del conjunto de las ideas de los fundadores del socialismo científico
y del desarrollo de estas ideas, así como también para
probar documentalmente y patentizar con toda claridad la tergiversación
de estas ideas por el "kautskismo" hoy imperante.
Comencemos por la obra más conocida de F. Engels: "El
origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado",
de la que ya en 1894 se publicó en Stuttgart la sexta edición.
Conviene traducir las citas de los originales alemanes, pues las
traducciones rusas, con ser tan numerosas, son en gran parte incompletas
o están hechas de un modo muy defectuoso.
"El Estado -- dice Engels, resumiendo su análisis
histórico -- no es, en modo alguno, un Poder impuesto desde
fuera a la sociedad; ni es tampoco 'la realidad de la idea moral',
'la imagen y la realidad de la razón', como afirma Hegel.
El Estado es, más bien, un producto de la sociedad al llegbr
a una determinada fase de desarrollo; es la confesión de que
esta sociedad se ha enredado con sigo misma en una contradicción
insoluble, se ha dividido en antagonismos irreconciliables, que ella
es impotente para conjurar. Y para que estos antagonismos, estas
clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a
sí mismas y no devoren a la sociedad en una lucha estéril,
para eso hízose necesario un Poder situado, aparentemente,
por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el conflicto, a
mantenerlo dentro de los límites del 'orden'. Y este Poder,
que brota de la sociedad, pero que se coloca por encima de ella y
que se divorcia cada vez más de ella, es el Estado" (págs.
177 y 178 de la sexta edición alemana).
Aquí aparece expresada con toda claridad la
idea fundamental del marxismo en punto a la cuestión del papel
histórico y de la significación del Estado. EI Estado
es el producto y la manifestación del carácter
irreconciliable de las contradicciones de clase. El Estado
surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradiciones
de clase no pueden , objetivamente, conciliarse. Y viceversa:
la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase
son irreconciliables.
En torno a este punto importantísimo y cardinal
comienza precisamente la tergiversación del marxismo, tergiversación
que sigue dos direcciones fundamentales:
De una parte, los ideólogos burgueses y especialmente
los pequeñoburgueses, obligados por la presión de hechos
históricos indiscutibles a reconocer que el Estado sólo
existe allí donde existen las contradicciones de clase y la
lucha de clases, "corrigen" a Marx de manera que el Estado
resulta ser el órgano de la conciliación de
clases. Según Marx, el Estado no podría ni surgir ni
mantenerse si fuese posible la conciliación de las clases.
Para los profesores y publicistas mezquinos y filisteos -- ¡que
invocan a cada paso en actitud benévola a Marx! -- resulta
que el Estado es precisamente el que concilia las clases. Según
Marx, el Estado es un órgano de dominación de
clase, un órgano de opresión de una clase
por otra, es la creación del "orden" que legaliza
y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las
clases. En opinión de los políticos pequeñoburgueses,
el orden es precisamente la conciliación de las clases y no
la opresión de una clase por otra. Amortiguar los choques
significa para ellos conciliar y no privar a las clases oprimidas
de ciertos medios y procedimientos de lucha para el derrocamiento
de los opresores.
Por ejemplo, en la revolución de 1917, cuando
la cuestión de la significación y del papel del Estado
se planteó precisamente en toda su magnitud, en el terreno
práctico, como una cuestión de acción inmediata,
y además de acción de masas, todos los socialrevolucionarios
y todos los mencheviques cayeron, de pronto y por entero, en la teoría
pequeñoburguesa de la "conciliación" de las
clases "por el Estado". Hay innumerables resoluciones y
artículos de los políticos de estos dos partidos saturados
de esta teoría mezquina y filistea de la "conciliación".
Que el Estado es el órgano de dominación de una determinada
clase, la cual no puede conciliarse con su an tipoda (con
la clase contrapuesta a ella), es algo que esta democracia pequeñoburguesa
no podrá jamás comprender, La actitud ante el Estado
es uno de los síntomas más patentes de que nuestros
socialrevolucionarios y mencheviques no son en manera alguna socialistas
(lo que nosotros, los bolcheviques, siempre hemos demostrado), sino
demócratas pequeñoburgueses con una fraseología
casi socialista.
De otra parte, la tergiversación "kautskiana" del
marxismo es bastante más sutil. "Teóricamente",
no se niega ni que el Estado sea el órgano de dominación
de clase, ni que las contradicciones de clase sean irreconciliables.
Pero se pasa por alto u oculta lo siguiente: si el Estado es un producto
del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase,
si es una fuerza que está por encima de la sociedad
y que " se divorcia cada vez más de
la sociedad", es evidente que la liberación de la clase
oprimida es imposible, no sólo sin una revolución violenta, sino
también sin la destrucción del aparato
del Poder estatal que ha sido creado por la clase dominante y en
el que toma cuerpo aquel "divorcio". Como veremos más
abajo, Marx llegó a esta conclusión, teóricamente
clara por si misma, con la precisión más completa,
a base del análisis histórico concreto de las tareas
de la revolución. Y esta conclusión es precisamente
-- como expondremos con todo detalle en las páginas siguientes
-- la que Kautsky . . . ha "olvidado" y falseado.
Mílciades Peña
TEORÍA DE LAS CLASES SOCIALES
(INTRODUCCIÓN AL PENSAMIENTO DE MARX)
Ahora bien: el marxismo afirma que hay un aspecto de la realidad
que es el que más profundamente penetra al hombre y más
completamente lo circunscribe, condicionando el curso general de
su vida exterior e interior. Ese aspecto de la realidad es la clase
social a la que pertenece el individuo.
"Nosotros –dice uno de los pocos filósofos marxistas
que existen hoy en día- vemos en la existencia de las clases
sociales y en la estructura de sus relaciones el fenómeno
clave para la comprensión de la realidad social, y esto no
por razones dogmáticas de fe o de ideas preconcebidas, sino
simplemente porque nuestra propia investigación, así como
todos los trabajos que hemos podido conocer, nos han demostrado siempre
la importancia excepcional de este grupo social con relación
a todos los otros" (L. Goldmann, Ciencias humanas y filosofía ,
traducción de MP).
Efectivamente, todo el trabajo de la sociología no marxista
de nuestros días –trabajo que se realiza principalmente en
EE.UU., ciudadela del imperialismo, al grito de ¡abajo Marx!-
no hace más que poner en evidencia, empírica y hasta
matemáticamente, la decisiva importancia de las clases sociales
en la configuración del hombre contemporáneo. Vemos
así que un sociólogo yanqui, reuniendo una gran masa
de información, dice que "el sueño americano de
la igualdad de oportunidades tiende a despreciar la importancia de
las diferencias sociales. Nuestros clisés culturales afirman
que ‘no hay clases en Estados Unidos'. Pero la circunstancia de que
la gente sea propensa a confundir sus sueños con la realidad
y no sea plenamente conciente de la influencia de factores de clase
sobre su conducta y su experiencia no significa que las clases sociales
no existan. Las diferencias de riqueza, de ingresos, de ocupación,
de prestigio, de autoridad y de poder, que son todas manifestaciones
de la estructura de clase, representan realidades básicas
de nuestra existencia" (Mayer, 1955).
Y agrega: Todo, desde la probabilidad de permanecer vivo durante
el primer año de vida hasta la probabilidad de conocer las
mejores obras de arte, la probabilidad de crecer sano y fuerte, y
si se enferma de curarse rápidamente, la probabilidad de evitar
convertirse en delincuente juvenil, y la probabilidad de obtener
una educación superior –todas estas probabilidades de vida-
están crucialmente influenciadas por la posición que
se ocupa en la estructura de clase".
¿En qué se revela la posición de clase? En
una batería de características, en una constelación
de situaciones entre las cuales tenemos: la ocupación, el
ingreso, la riqueza, la duración de la vida, la salud física
y mental, la educación, la protección que acuerda la
justicia, la conducta sexual y familiar (Informe Kinsey), las características
temperamentales, etc.
Las investigaciones demuestran que la clase social es una constelación,
una configuración, una totalidad de condiciones y formas de
vida, que siempre tienden a marchar juntas, y que se estructuran
en torno a la relación que diversos grupos humanos establecen
respecto de otros, en el proceso de trabajo mediante el cual se mantiene
la sociedad entera.
Esas investigaciones demuestran que existe una elevada correlación
matemática –estadísticamente comprobable- entre condiciones
y formas de vida tales como: a) la propiedad (o falta de propiedad)
de medios de producción, de transporte, de cambio, etc.; b)
la ocupación; c) el nivel de ingresos y la riqueza; d) el
poder (la capacidad de controlar a otros); e) el prestigio; f) la
educación. Esas mismas investigaciones psico-sociales están
revelando concretamente cómo la clase modela la personalidad.
Empíricamente se está constatando cómo y a través
de qué mecanismos los niños de las clases dirigentes
van estructurando una personalidad audaz, agresiva, confiada, segura
de sí misma, ambiciosa, mientras que todo lo contrario ocurre
con los niños de las clases explotadas.
En fin, estos estudios insospechables de marxismo confirman lo que
Marx afirmaba en 1846: En todas las épocas, el pensamiento
de la clase que se halla en la cima del poder ejerce un predominio
absoluto. La clase que impera en la sociedad materialmente ,
impera a la par espiritualmente . La clase que tiene a su
alcance los medios para la producción material, dispone también
de los medios para la producción espiritual [ante todo, el
tiempo. MP], de modo que impone su pensamiento a los que, por carecer
de los medios materiales, no pueden ser productivos espiritualmente" ( La
ideología alemana ).
No hay que confundir la posición de clase con la cantidad
de dinero que se gana. Desde luego, la clase dominante en su conjunto
gana mucho dinero, mientras que la clase oprimida, en su conjunto,
gana apenas lo necesario para vivir. Pero en los sectores intermedios
de la sociedad, y dentro de cada clase, las cosas no son tan netas
y un burgués puede ganar cien veces más que otro, sin
dejar de ser ambos burgueses.
Por eso dice Marx que la división en clases no está fundada
ni en la magnitud de la fortuna ni en la de la renta: "El grosero
buen sentido transforma la distinción de las clases en amplitud
del portamonedas. (...) La medida del portamonedas es una diferencia
puramente cuantitativa, por lo que se puede siempre lanzar uno contra
otro a individuos de la misma clase" ( La Sagrada Familia ).
Por otra parte, tampoco debe confundirse la clase social con la
profesión. Dentro de cada clase existen infinidad de profesiones.
Como señala el sociólogo francés Edmond Goblot: "Son
las clases las que influyen en la elección de las profesiones.
Un burgués no se hace cerrajero o carpintero" (Goblot,
citado por Gurvitch, El concepto de clases sociales ); y
agrega: "hombres de profesiones muy diferentes son idénticos
en cuanto burgueses y se tratan como iguales". Entonces, pues, "la
burguesía se reservaría las profesiones de iniciativa,
mando, inteligencia, y dejaría a las clases populares los
oficios de ejecución, de obediencia, de esfuerzo físico" (Idem).
En fin, hay que distinguir también entre "clase" y "casta".
La clase es un grupo social "abierto", en el sentido de
que legalmente nada le impide a las personas cambiar de
clase. Si un obrero quiere ser burgués, no hay ninguna ley,
escrita o no, que se lo prohiba. Sólo le hace falta dinero...
o casarse con la hija de un burgués. La casta, en cambio,
es un grupo social cerrado, en el cual se nace y se muere, sin modificación
posible. El individuo no puede, por su propia determinación,
entrar ni salir en una casta. Caso típico: los negros en Estados
Unidos. Un negro, sea pobre o millonario, no puede entrar en restaurantes
ni en otros lugares reservados para blancos, ni puede casarse con
una mujer blanca. Un negro puede ser capitalista y pertenecer a la
clase capitalista, pero nunca tendrá iguales derechos que
los capitalistas blancos porque pertenece a una casta inferior, de
acuerdo a la sociedad yanqui.
La clase existe antes de cada individuo e independientemente de
su voluntad, y modela a los individuos conforma a las categorías
que rigen la existencia de la clase. Marx lo explica así: "siendo
iguales las condiciones de vida, el enemigo a vencer y los intereses,
iguales hubieron de resultar por doquier las costumbres, al menos
en sus rasgos generales. (...) Lo que une a los individuos de una
clase es la guerra común que han de hacer a los de otra clase.
Lo cual no quita que debido a la competencia se enfrenten como rivales
hostiles los individuos de una misma clase. Por otra parte, la clase
se independiza de los individuos. Éstos hallan al nacer prefijadas
sus condiciones de vida. La clase a que pertenecen les señala
su posición social, y con ello, la vía por la que han
de desarrollar su personalidad Este sometimiento de los individuos
a la clase en nada difiere de su sometimiento a la división
del trabajo (...). (Ya hemos indicado muchas veces cómo este
sometimiento de los individuos a la clase va derivando al mismo tiempo
hacia un sometimiento a ideas, etc.)" ( La ideología
alemana ).
Y en otro lugar dice Marx: "Sobre las diversas formas de propiedad,
sobre las condiciones sociales de existencia, se levanta toda una
superestructura de sentimientos, ilusiones, modos de pensar y concepciones
de vida diversos y plasmados de un modo peculiar. La clase entera
los crea y los plasma derivándolos de sus bases materiales y
de las relaciones sociales correspondientes . El individuo suelto,
a quien se le imbuye la tradición y la educación, podrá creer
entonces que son los verdaderos móviles y el punto de partida
de su conducta" ( El 18 brumario ..., traducción
de MP).
Efectivamente, una investigación realizada en Estados Unidos
por Richard Centers – La psicología de las clases sociales -
ha demostrado, estudiando una muestra representativa de la población,
que, como indicaba Marx, las circunstancias objetivas en que viven
las personas generan en ellas una percepción más o
menos clara o confusa pero perfectamente observable, de que tienen
intereses comunes distintos a los intereses de otros grupos; de que
son iguales a determinada clase de personas y distintos a las de
otra clase (Centers, 1947).
Sin embargo, pese a esta unidad general que caracteriza a las actitudes
de las personas integrantes de una clase, es indispensable tener
en cuenta que dentro de las clases existen grupos que tienen distintos
status, distintos prestigios, distintas afinidades. Por ejemplo,
en la clase dominante existe una diferenciación muy importante
que fue señalada por Marx: "La división del trabajo
(...) tiene lugar también en la clase dominante. En ésta,
el trabajo se divide en espiritual y material. Una parte de sus miembros
hace las veces de pensadores (...). Claro que estando los miembros
de la clase así divididos, nacen forzosamente entre ellos
hostilidades y odios..." ( La ideología alemana ).
Como ustedes habrán observado, el marxismo caracteriza a
las clases sociales por el conjunto de sus condiciones básicas
de existencia, no por lo que los hombres creen o pueden creer que
son, sino por lo que realmente son en el ejercicio de su vida. Ahora
bien, ¿es concebible la existencia de una clase sin que los
individuos que la componen se den cuenta que constituyen una clase?
O, como dice el sociólogo francés Gurvitch, "Puede
existir una clase sin toma de conciencia?". El marxismo responde
a este interrogante distinguiendo, con términos hegelianos,
clase en sí y clase para sí .
La diferencia entre clase "en sí" y clase "para
sí", y la transformación de una en otra, Marx
la describe en estos términos: "Las condiciones económicas
habían transformado la masa del país en trabajadores.
La dominación del capital ha creado en esta masa una situación
común, unos intereses comunes. Así, esta masa constituye
ya una clase enfrente del capital [en sí misma, es decir:
una clase ‘en sí' MP], pero no los es todavía para
ella misma. En la lucha (...), esta masa se une, se constituye en
clase para sí misma. Los intereses que defiende se convierten
en intereses de clase" ( Miseria de la filosofía ).
Una clase es "en sí" por el solo hecho de existir.
Una clase es "para sí" cuando toma conciencia de
lo que la distingue de las otras clases; o sea, cuando adquiere "conciencia
de clase". Pero es preciso advertir muy claramente que tener conciencia
de clase es distinto a tener conciencia de los intereses
históricos a largo plazo de una clase. Lukács
señaló que, desde el punto de vista psicológico,
la conciencia de clase es en realidad una inconsciencia, determinada
por la posición social, histórica y económica
del sujeto. Las recientes investigaciones empíricas en el
terreno de la psicología demuestran que esto es así,
efectivamente. Aun cuando las personas son psicológicamente
inconscientes de que pertenecen a una clase, aun cuando no saben
qué significa eso de clase social, o creen estar en una clase
distinta a aquella a que pertenecen en realidad, aun así,
estas personas se comportan –inconscientemente- de acuerdo a normas,
a patrones, a modelos de conducta determinados por su posición
de clase y "saben" inconscientemente que pueden hacer (o
no pueden hacer) esto o aquello, que deben vestirse así y
no de otro modo, etc.
Un obrero norteamericano habla contra el patrón, protesta
contra el patrón, y sin embargo afirma –de buena fe- que pertenece
a la clase media. Este obrero tiene una conciencia de clase, que
psicológicamente se manifiesta como impulso inconsciente a
diferenciarse del patrón y a protestar contra él. Pero
no tiene conciencia de los intereses históricos de su clase.
Ahora bien: la conciencia de los intereses históricos de la
clase tiene que ser conciencia en todo sentido, incluso el psicológico,
porque requiere una cantidad de experiencias y conocimientos políticos
que deben ser más o menos racionalmente canalizados por la
clase entera.
La conciencia de los intereses históricos de una clase, y
la clase obrera en particular, requiere que esta clase se eduque.
Pero ojo, que no se trata de la educación en el sentido escolar.
Como dice Lenin, "la verdadera educación de las masas
no puede ir nunca separada de la lucha política independiente
y, sobre todo, de la lucha revolucionaria de las propias masas. Sólo
la lucha educa a la clase explotada, sólo la lucha descubre
la magnitud de la fuerza, amplía su horizonte, eleva su capacidad,
aclara su inteligencia y forja su voluntad" ( Informe sobre
la revolución de 1905 ).
El sociólogo francés Gurvitch critica al marxismo
afirmando que "la ausencia de una psicología colectiva
de las clases representa, pues, una laguna muy seria en la teoría
marxista y una de sus limitaciones más indiscutibles" ( El
concepto de clases sociales ). En realidad, la limitación
y la laguna no están en el marxismo, sino en la ciencia de
la psicología, que recién en estos años está aportando
las primeras conclusiones y generalidades más o menos concretas
sobre los problemas de la psicología individual y colectiva.
El marxismo no ha podido profundizar en el problema de la psicología
de las clases porque ése es un problema de investigación
sobre el cual recién ahora la ciencia está arrojando
resultados, pero en todo momento el pensamiento marxista ha prestado
una atención fundamental al problema de la psicología
de las clases. Y esto, cuando menos, por la razón fundamental
de que la lucha práctica del marxismo se desenvuelve en el
terreno de la psicología de las clases oprimidas y trata de
modificarla, haciendo saltar las cadenas psicológicas mediante
las cuales la clase dominante tiene dominada y maniatada la capacidad
de reacción de los explotados.
Como explicaba Trotsky: "El proletariado produce armas, las
transforma, levanta edificios en que se conservan, sirve en el ejército
y crea todos sus equipos. No son candados ni murallas las que separan
al proletariado de las armas, sino su hábito de sumisión,
la hipnosis de la dominación de clase. Es suficiente destruir
esas barreras psicológicas y ninguna muralla de piedra quedará en
el camino".
En varios lugares Trotsky ha insistido en la decisiva importancia
que tiene el desenvolvimiento de la psicología de las clases.
En el primer tomo de la Historia de la Revolución
Rusa , dice: "Las transformaciones que se producen entre
el principio y el fin de una revolución en las bases económicas
de la sociedad y en el sustrato social de las clases no bastan para
explicar la marcha de la revolución. La dinámica de
los acontecimientos revolucionarios está directamente determinada
por rápidas, intensas y apasionadas conversiones psicológicas
de las clases constituidas antes de la revolución" ( Historia
de la Revolución Rusa , tomo I, Prefacio, traducción
de MP):
"Algunos historiadores soviéticos han intentado, por
extraño que parezca, criticar nuestra concepción como
idealista. El profesor Pokrovsky insiste, por ejemplo, en que nosotros
habríamos subestimado los factores objetivos de la revolución: ‘entre
febrero y octubre se produjo una formidable desorganización
económica'; es precisamente en estos ‘desplazamientos objetivos
y no en los procesos psíquicos variables –dice Pokrovsky-
donde conviene ver la fuerza motriz de la revolución'. Gracias
a su encomiable claridad en la forma de plantear las cosas –continúa
Trotsky- Pokrovsky revela de la mejor manera posible la inconsistencia
de una explicación vulgarmente económica de la historia,
que demasiado frecuentemente se hace pasar por marxismo. Los cambios
radicales que se producen en el curso de una revolución son
provocados, en realidad, no por los descalabros económicos
que se producen episódicamente, que tienen lugar en el curso
de los acontecimientos mismos, sino por las modificaciones capitales
que se han acumulado en las bases mismas de la sociedad durante toda
la época precedente. Que en vísperas de la caída
de la monarquía, así como entre febrero t octubre,
el desastre económico se haya agravado constantemente, aguijoneando
el descontento de las masas, es absolutamente innegable y jamás
hemos dejado de tenerlo en cuenta. Pero sería un error demasiado
grosero pensar que la segunda revolución tuvo lugar ocho meses
después de la primera porque la ración de pan haya
disminuido durante ese tiempo, pasando de libra y media a tres cuartos
de libra.
"En los años que siguieron inmediatamente a la insurrección
de octubre, la situación de las masas, desde el punto de vista
del aprovisionamiento, continuó empeorando. Sin embargo, las
esperanzas de los políticos contrarrevolucionarios, dirigidas
a una nueva insurrección, sufrieron continuos fracasos. El
hecho puede parecer enigmático solamente a quien se figura
el levantamiento de las masas como un movimiento de ‘fuerzas elementales'.
En realidad, las privaciones no son suficientes para explicar una
insurrección, porque de lo contrario las masas estarían
en perpetua insurrección; es necesario que la incapacidad
definitivamente manifiesta del régimen social haya hecho intolerables
esas privaciones, y que nuevas condiciones y nuevas ideas hayan abierto
la perspectiva de una salida revolucionaria. Habiendo tomado conciencia
de un gran destino, las masas muestran ser capaces de soportar privaciones
dobles y triples.
"La alusión hecha por Pokrovsky a un levantamiento de
la clase campesina como ‘factor objetivo' demuestra un malentendido
todavía más evidente; para el proletariado, la guerra
campesina era, se entiende, una circunstancia objetiva, en la medida
en que, en general los actos de una clase se convierten en impulsos
exteriores para la formación de la conciencia de otra clase.
Pero la causa inmediata de la insurrección campesina residió en
las modificaciones del estado de espíritu de la campaña;
uno de los capítulos de esta obra está consagrado a
investigar la naturaleza de esas modificaciones. No olvidemos
que las revoluciones son realizadas por hombres, aunque sean anónimos.
El materialismo no ignora al hombre que siente, piensa y actúa:
el materialismo lo explica " ( Historia de la
Revolución Rusa , tomo II, traducción de MP).
Marx ha dicho que la historia es la historia de la lucha de clases.
Vale decir que el marxismo capta en toda su magnitud la incidencia
que tiene la existencia de las clases –y las relaciones entre ellas-
en el desenvolvimiento de la sociedad. Pero esto no quiere decir
que las clases o la lucha de clases sean una varita mágica
que permita explicarlo todo de un tirón, como la lucha entre
Dios y el Demonio sirve a la teología para "explicar" todo,
pasado, presente y futuro. Como explica Trotsky: "En la sociología
marxista el punto inicial del análisis es la definición
de clases del fenómeno dado. Sin embargo, en la mayoría
de los casos, la mera definición de clase es inadecuada, porque
una clase consta de diferentes estratos, pasa a través de
diferentes estados de desarrollo, se encuentra en condiciones distintas,
está sujeta a la influencia de otras clases, etc. Es necesario
manejar estos nuevos factores para completar el análisis.
(...) El sistema muscular y el esqueleto no agotan la anatomía
de un animal, pero un tratado de anatomía que intentara ‘abstraerse'
de los huesos y los músculos flotaría en el aire" ( En
defensa del marxismo , traducción de MP).
Marx formuló su concepción sobre las clases hace 112
años. ¿Sigue siendo útil esta concepción
para captar la realidad, explicarla y transformarla en sentido conforme
a las necesidades propiamente humanas de la sociedad? El sociólogo
Gurvitch afirma que "la sociología de hoy no puede contentarse
con aceptar y aplicar la teoría de las clases de Marx" ( El
concepto de clases sociales ). Bueno, desde luego la teoría
marxista de las clases no es una fórmula acabada y lista para
la eternidad, que no haya más que aceptar y aplicar, como
se acepta y se aplica la fórmula de base por altura para obtener
la superficie de un rectángulo. Cabe, desde luego, desarrollar,
pulir, profundizar la concepción marxista sobre las clases.
Por ejemplo, podemos aceptar que, como dice Gurvitch, "el problema
de la conciencia de clase y de la ideología de clase reclama
un análisis profundo, lo mismo que el problema de las relaciones
existentes entre las clases sociales y los otros tipos de agrupamientos
particulares". Pero lo cierto es que la concepción marxista
es la única base sobre la cual trabajar fructíferamente
para comprender el problema de las clases sociales.
Antes de terminar con el problema de las clases, digamos que en
la sociedad capitalista existen tres clases sociales fundamentales:
1) los propietarios del capital (fábricas, bancos, comercios,
etc.). Esta clase vive de la ganancia que le reditúa su capital.
Es la clase capitalista o burguesía; 2) los propietarios de
la tierra. Esta clase vive de la renta del suelo. Es la clase terrateniente.
Como se advierte, estas clases son propietarias de los fundamentales
medios de producción con que cuenta la sociedad actual. En
el polo opuesto se halla la otra clase: 3) los que sólo son
propietarios de su fuerza de trabajo. Esta clase vive del salario,
es decir, de lo que obtiene por la venta de su fuerza de trabajo.
Es el proletariado o clase obrera.
Entre estas clases fundamentales se encuentra un vasto sector intermedio
llamado clase media, en el cual hay que distinguir con precisión
dos sectores: a) los pequeños productores independientes y
los profesionales independientes. Esta clase vive de la producción
y venta de productos o servicios. Ejemplos clásicos son el
sastre, el médico, el abogado, el campesino, el artesano.
Es la vieja clase media; b) los técnicos, empleados, profesionales,
artistas, etc., que viven de un sueldo que obtienen por la venta
de sus habilidades o talentos. Es la nueva clase media.
La existencia de clases sociales implica que en la sociedad un grupo
de personas tienen poder. Poder es la capacidad para controlar
la conducta de otras personas. Y la existencia de Poder, cualquiera
sea su forma, significa que existen relaciones de superior a inferior,
de subordinación y dependencia.
Las clases sociales, o sea la división de la sociedad en
grupos antagónicos ligados entre sí por relaciones
de explotación, de subordinación y dependencia, no
han existido siempre. La base necesaria para que aparezcan relaciones
de clase es que la sociedad obtenga un producto excedente. Es decir,
que su trabajo produzca algo más que lo estrictamente necesario
para la subsistencia de cada trabajador. Cuando la sociedad produce
sólo lo estrictamente necesario para cada trabajador, nadie
puede vivir del trabajo de otro. Pero cuando la sociedad es capaz
de producir excedente, surge la posibilidad de que un sector se apropie
de ese excedente, producido por el trabajo de otros.
En la sociedad primitiva, que históricamente es el punto
de partida de la sociedad humana, no existen clases sociales. Esta "sencilla
organización" –explica Engels- "no es más
que su agrupamiento espontáneo; es apta para allanar todos
los conflictos que pueden nacer en el seno de una sociedad así organizada.
La guerra es lo que resuelve los conflictos exteriores; puede aniquilar
a la tribu, pero no avasallarla [no hay esclavitud porque no sirve.
MP]. El lado grandioso del régimen de la gens, pero también
su lado débil, es que no permite dominación ni servidumbre.
En el interior no existe aún diferencia entre derechos y deberes;
para el indio no existe el problema de saber si es un derecho o un
deber tomar parte en los asuntos públicos, asociarse a una
venganza de familia o aceptar una composición; planteárselo
le parecería tan absurdo como preguntarse si comer, dormir
o cazar es un deber o un derecho. Tampoco puede haber allí división
de la tribu y de la gens en clases distintas. (...) En esta sociedad
la división del trabajo es en absoluto espontánea,
sólo existe de sexo a sexo. (...) El domicilio es común
a varias y a menudo muchas familias. Lo que se hace y se utiliza
en común es de propiedad común: la casa, los huertos,
las barcazas. Sólo aquí es aplicable la expresión
de la propiedad, fruto de trabajo personal..." ( El origen
de la familia, la propiedad privada y el Estado ).
En esta sociedad, fundada en la propiedad común de los medios
de producción y de vida, existen desde luego conflictos individuales.
Pero no existen conflictos ni luchas de clases, puesto que no existen
clases. Por eso, esta sociedad comunitaria no necesita de un órgano
de represión a fin de mantener el orden en beneficio de los
poderosos. Vale decir que, en esta sociedad sin clases, el Estado
no existe.
El Estado, explica Engels, es "un producto de la sociedad,
cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión
de que esa sociedad se pone en una irremediable contradicción
consigo misma, y está dividida por antagonismos irreconciliables,
que es impotente para conjurar. Pero a fin de que las clases antagonistas,
de opuestos intereses económicos, no se consuman a sí mismas
y a la sociedad con luchas estériles, se hace necesario un
poder que domine ostensiblemente a la sociedad y se encargue de dirigir
el conflicto o mantenerlo dentro de los límites del ‘orden'.
Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se opone por encima
de ella, y se le hace cada vez más extraño, es el Estado.
(...) Habiendo nacido el Estado de la necesidad de frenar los antagonismos
de clase, pero naciendo también en el seno del conflicto de
esas clases, como regla general es el Estado una fuerza de la clase
más poderosa, de la que impera económicamente y que,
por medio del Estado, se hace también clase preponderante
desde el punto de vista político , y crea de ese
modo nuevos medios de postergar y explotar a la clase oprimida" ( Origen
de la familia ...).
Antes de terminar, por ahora, con el problema de las clases, señalemos
esto: la escisión de la sociedad en clases fue un acontecimiento
inevitable en el desarrollo de la humanidad: "hasta hoy –decía
Engels hace 80 años- todas las diferencias históricas
entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, han
tenido su raíz en la misma productividad tan relativamente
imperfecta del trabajo humano. Mientras la población realmente
trabajadora, absorbida por su trabajo necesario, no tuvo ni un momento
libre para dedicarlo a la gestión de los intereses comunes
de la sociedad –dirección de los trabajos, negocios públicos,
encauzamiento de litigios, arte, ciencia, etc.-, tenía que
existir necesariamente una clase especial que, libre del trabajo
efectivo, atendiese a estos asuntos; clase que acababa siempre, infaliblemente,
echando nuevas y nuevas cargas de trabajo sobre los hombros de las
masas productoras y explotándolas en provecho suyo. Hubo de
venir la gran industria, con su gigantesca intensificación
de las fuerzas productivas, para permitir que el trabajo se distribuyera
sin excepción entre todos los miembros de la sociedad, reduciendo
así la jornada de trabajo del individuo a límites que
dejan a todos suficiente tiempo libre para intervenir, teórica
y prácticamente, en los asuntos colectivos de la sociedad.
Sólo hoy puede, pues, afirmarse que toda clase dominante y
explotadora es inútil, más aún, perjudicial
y entorpecedora para el progreso de la sociedad..." ( AntiDühring ).
Preguntas Escuela de Cuadros
Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo
¿Cuál es la filosofía del marxismo
y cuáles son los aportes de Marx a lo desarrollado hasta el
siglo XVIII?
¿Hay alguna diferencia entre el materialismo
filosófico y el materialismo histórico?
¿Quiénes son los economistas ingleses
que implantaron las bases de la teoría del valor por el trabajo?
¿Cuál es la importancia del dinero en
el sistema capitalista?
¿Y cuál es la importancia del capital?
¿De dónde viene la plusvalía?
¿Por qué el pequeño propietario
es aplastado por el capital?
¿Cuáles son los efectos en la producción?
¿Qué nombre reciben las primeras doctrinas
críticas al sistema capitalista?
¿Por qué se les llama de esa forma?
¿Sabes quienes son los representantes de estas
doctrinas?
¿Cuáles son las diferencias entre estas
doctrinas, y el socialismo creado por Marx y Engels?
Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía
clásica alemana
¿Todo lo que existe, es real por el solo hecho
de existir?
¿La realidad es un atributo inherente a todas
las situaciones y épocas históricas?
Cuando lo que existe se vuelve irracional, ¿Qué sucede? ¿Por
qué?
¿Por qué no se puede alcanzar la verdad
absoluta?
¿Es cierto que todas las fases históricas
fueron necesarias?
¿Qué posición tiene Hegel ante
la verdad absoluta?
¿Cuáles son los resultados políticos
de estos planteamientos?
¿Por qué Engels señala que Hegel
ayuda a superar toda filosofía en el sentido clásico
del término?
¿Cuál es la diferencia entre ver al mundo
como un conjunto de objetos terminados y no como un conjunto de procesos?
¿A qué viejo método de investigación
utilizado por Hegel hace referencia Engels y que opinión tiene
al respecto?
¿Cuáles son los 3 grandes descubrimientos
a los que se refiere Engels y que tienen que ver con la dialéctica?
Trabajo asalariado y capital
¿Qué es lo que le compra el burgués
al trabajador?
¿Qué entiendes por valor de cambio?
¿De dónde saca el burgués el salario
que el burgués le da al trabajador?
¿Qué es lo que produce para sí mismo
el obrero?
Si la fuerza de trabajo no ha sido siempre una mercancía, ¿cuál
es la diferencia con las otras épocas históricas y
el modo de producción actual?
¿Cuántos tipos de competencia encontramos
en el mercado?
¿Qué efectos tiene sobre el valor de
la mercancía la competencia entre los compradores y vendedores?
¿Cómo mide el burgués su ganancia?
¿Cómo se determina el precio del coste
de producción?
¿Cómo se determina el precio del trabajo?
¿A qué se le llama trabajo acumulado?
¿Qué entiendes por relaciones sociales
de producción?
Todo capital es una suma de mercancías, pero
no todas las sumas de mercancías son capital, ¿cuáles
son las razones?
¿Cuáles son los efectos del crecimiento
del capital productivo sobre la clase obrera?
Explica en que consiste la contradicción entre
el trabajo asalariado y la ganancia.
Señala las medidas que deben de tomar las capitalistas
para disminuir el precio de una mercancía.
Describe cuales son los efectos de la división
del trabajo y el aumento de la maquinaría en el salario.
La sociedad de clases y el Estado
¿Cuál son las características
del Estado que nos proporciona Engels?
¿En que consiste la tergiversación realizada
por la burguesía y los oportunistas?
¿Cuál es la definición de Estado
de Marx?
¿Hay alguna diferencia entre las características
señaladas por Engels y la definición dada por Marx
acerca del Estado?
Teoría de las clases sociales
¿Por qué es importante comprender la
existencia de las clases sociales para entender el desarrollo de
los seres humanos?
¿Cómo se revela la posición de
clase? ¿Por qué?
¿Cómo influye en la subjetividad la clase
social?
¿Podemos hablar de la existencia de un pensamiento
dominante? ¿Por qué?
¿Por qué la posición de clase
no debe reducirse a la cantidad de dinero que se gana?
¿Cuáles son las diferencias entre la
casta y la clase?
¿La clase social es un todo homogéneo?
¿En qué consiste la conciencia en sí y
la conciencia para sí?
¿A qué se refiere el autor cuando habla
de la conciencia de los intereses históricos?
¿Y cómo se obtiene este tipo de conciencia?
¿Por qué es importante para el marxismo
el estudio de la psicología de las clases?
¿Por qué para Trotsky no basta con analizar
los factores objetivos para explicar las transformaciones sociales?
¿Por qué el autor dice que la teoría
marxista de las clases no es una fórmula acabada?
¿Por qué Trotsky plantea que en la sociología
marxista la mera definición de clase puede ser inadecuada
a la hora da analizar un fenómeno determinado?
Según el autor, ¿cuántas clases
sociales existen en la sociedad capitalista?
¿Quiénes conforman la clase media?
¿La sociedad de clases ha existido siempre?
¿Por qué la sociedad de clases fue un
acontecimiento inevitable en la historia?
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