60 º Aniversario de la Fundación del Estado de Israel
Por una campaña internacional en defensa del Pueblo Palestino
Diego Herrera – Opinión Socialista
Buenos Aires.- El 14 de mayo de este año se cumplirán 60 años de la fundación del Estado de Israel. En ese mismo momento se cumplirán 60 años de “al Nakba” o “La Catástrofe”, como recuerda el pueblo palestino al momento en que comenzó su genocidio ininterrumpido a manos de los israelitas.
Desde las páginas de esta publicación llamamos a la más amplia campaña internacional en defensa del Pueblo palestino y contra el terrorismo sionista que sigue condenando a la barbarie a los antiguos y legítimos pobladores de Palestina, como lo demuestra el criminal bloqueo a la Franja de Gaza.
Israel: 60 años de genocidio, colonización y limpieza étnica
Al termino de la Primera Guerra Mundial y respondiendo a la III Internacional en su época revolucionaria que convocaba a los “mil millones de esclavos coloniales” a expulsar a las potencias imperialistas, las masas árabes protagonizaron decenas de rebeliones, insurrecciones populares, huelgas generales e intentos militares para liberarse de la dominación imperialista. Pero a falta de una dirección revolucionaria consecuente estos esfuerzos fracasaron uno a uno.
En la década del 30, cuando la nueva guerra mundial se hacía inevitable, Inglaterra dejó en manos de las bandas paramilitares sionistas como la Haganá y el Irgun la represión de las masas palestinas que pretendían liberarse del yugo imperialista.
Luego de concluida la Segunda Guerra Mundial, y después de haber brindado tan importante servicio al imperialismo, el sionismo encontró en la tragedia del holocausto nazi la excusa para instalar un Estado sionista en el territorio de Palestina. El 14 de mayo de 1948 y bajo el auspicio de Inglaterra, la URSS bajo la dictadura de Stalin y Estados Unidos, se fundó el Estado de Israel, nacido del “Plan de Partición de Palestina”, votado en la ONU el 29 de noviembre de 1947.
Con el apoyo militar de Estados Unidos y de Stalin, que a través de Checoslovaquia vendió armas y aviones a los sionistas, Israel pudo fácilmente derrotar a los ejércitos árabes que declararon la guerra en 1948.
Esta derrota demostró que las masas árabes tenían otro enemigo que era interno y no los abandonaría nunca: las direcciones nacionalistas burguesas y puequeñoburguesas, que ya en esta primera guerra contra Israel traicionarían la causa Palestina pactando secretamente con la primer ministro sionista Golda Meir el reparto de Palestina. Por este pacto espurio el rey Faruk de Egipto recibió la Franja de Gaza y el rey Abdullah de Transjordania (actual Jordania) recibió Cisjordania.
Entre los que se oponían a la partición de Palestina se ubicaba el movimiento trotskista. La IV Internacional planteaba “¡Por una Palestina árabe, unida e independiente con plenos derechos de minoría nacional para la comunidad judía! ¡Abajo la intervención imperialista en Palestina! ¡Fuera del país todas las tropas extranjeras, los “mediadores” y “observadores” de las Naciones Unidas! ¡Por el derecho de las masas árabes de disponer de ellas mismas! ¡Por la elección de una Asamblea Constituyente con sufragio universal y secreto! ¡Por la revolución agraria!” El Grupo Trotskista Palestino decía sobre el imperialismo yanqui: “ha ganado un agente directo: la burguesía sionista quien, por este hecho, se ha tornado completamente dependiente del capital americano y de la política americana. De aquí en más el imperialismo yanqui tendrá una justificación para intervenir militarmente….la consecuencia inevitable de esta guerra será la dependencia total del sionismo al imperialismo norteamericano”.
Estado sionista, enclave imperialista
Israel se estableció como un enclave político, militar y económico del imperialismo norteamericano en la región más rica en petróleo en el mundo, con el objetivo de convertirse en un puesto de avanzada yanqui para enfrentar a los pueblos árabes que seguían protagonizando heroicas luchas anticoloniales. Para cumplir con este rol de Estado gendarme en la región, Israel tuvo que desplazar a los palestinos. Con métodos de limpieza étnica y guerra civil propios del nazismo los sionistas arrasaron las poblaciones palestinas. Miles de muertos, torturados y desaparecidos, bombardeos a campos de refugiados y sabotajes a las tierras cultivables y a las fábricas. Estos fueron los primeros actos de Gobierno del nuevo Estado, que ya en su primer año había logrado la expulsión de su país de un millón de palestinos.
La llamada “Ley de ausencia” fue la patraña legal con la que los sionistas pretendieron hacer pasar este despojo al pueblo palestino. Según esta “Ley” los árabes que se encontraran ausentes perderían todos sus bienes, pasando estos a manos del Estado. De esta manera el Estado terrorista se apropió de las tierras, cuentas bancarias, casas y de cada una de las propiedades de los palestinos.
La causa palestina se transformaba en una lucha de liberación nacional contra los agresores sionistas, armados hasta los dientes por Estados Unidos.
Ascenso y caída de la OLP
En 1964 se fundó la Organización para la Liberación Palestina (OLP), un frente de todos los grupos que participaban de la resistencia palestina. Después de superar los intentos de Siria y Egipto de subordinarlos a sus propios intereses, la OLP se transformo en la dirección real del pueblo palestino.
Su carta fundacional contenía aspectos que le daban un carácter progresivo: se pronunciaba claramente por la destrucción del enclave imperialista de Israel, se constituía como una organización laica frente al creciente fundamentalismo religioso y proponía la conformación de un Estado Democrático, Laico y no Racista en Palestina, que albergara en paz a los pobladores árabes y judíos sin distinción de raza ni credo, como había sido por más de mil años. Pero con el correr de los años y sobre todo de las derrotas árabes en la Guerra de los Seis días en 1967 y de Yom Kipur en 1973, la OLP comenzó un proceso de capitulación a Israel que culminaría, después de la guerra civil libanesa, en los acuerdos de Oslo de 1993.
Estos acuerdos, firmados entre Israel, Yaser Arafat por la OLP y Bill Clinton por Estados Unidos, significaban una traición definitiva a la causa palestina, ya que Arafat llamaba a su pueblo a aceptar las imposiciones sionistas que condenaban al “Estado palestino” a un rol absolutamente formal. Según los acuerdos, los territorios cedidos (la Franja de Gaza y Cisjordania) representan un 22 % de los que antiguamente les concedía la ONU. En estos territorios no existiría soberanía palestina sino una muy limitada autonomía en manos de una nueva entidad: la Autoridad Nacional Palestina. La ANP no podía contar con fuerzas militares, ni cobrar impuestos, ni manejar las rutas, puertos y aeropuertos; la sumisión política y económica hacia Israel era total. Pero se agregaba una cláusula que lo hacia todavía más humillante: los millones de palestinos que permanecían en el exilio pierden el derecho de regresar a su patria. Esta situación provocó el descrédito de Arafat en todo el mundo árabe, lo que permitió que grupos islámicos radicalizados como Hamas o el libanés Hezbollah, que se oponían a los acuerdos y seguían planteando la destrucción del Estado de Israel, ganaran liderazgo de masas, siendo vistos por cada vez más sectores como la nueva dirección de la lucha contra el sionismo.
Al Fatah, el partido de Arafat y el más importante de la OLP, culminó su proceso de descomposición cuando conjuntamente con Israel y Estados Unidos enfrentó al gobierno elegido por la mayoría de los palestinos. Esta acción conjunta para aislar al gobierno de Hamas llevó a que Mahmud Abbas sea cómplice del criminal bloqueo a la Franja de Gaza, que hasta el día de hoy sigue privando a 1.5 millones de personas de alimentos, medicamentos e insumos básicos.
Solo una dirección revolucionaria puede alcanzar la paz
El prestigio de Hamas y sobre todo de Hezbollah después de la derrota de Israel en la última guerra del Líbano en 2006, se constituyen en una de las trabas más importantes para construir una dirección revolucionaria en la región. Los marxistas revolucionarios, más allá de considerar aliados en la lucha contra el sionismo a estos grupos, sabemos que por su condición de representantes de las burguesías nacionalistas religiosas y de las pequeñas burguesías radicalizadas no pueden ser verdaderamente consecuentes en su enfrentamiento con Israel y el imperialismo.
Sólo una dirección revolucionaria marxista-trotskista, que gane influencia en las masas árabes, puede hacer realidad la consigna de la Palestina Laica, Democrática y no racista, en la perspectiva de la Federación Socialista de Oriente Medio.
Sabemos que la tarea es muy difícil, pero la debilidad del imperialismo yanqui, empantanado en Irak y cada vez más en Afganistán, nos abre una enorme posibilidad. Si los revolucionarios somos capaces de aprovecharla estaremos haciendo la más grande contribución a la causa palestina, ajustando cuentas históricas con el gendarme de Medio Oriente.
10 de abril de 2008 |