Mal
tiempo para votar…. la
crítica a la democracia burguesa
como prueba de lucidez Por
Angélica García
Nacemos,
y en ese momento es como si hubiéramos
firmado un pacto para toda la vida, pero puede llegar el día
en que nos preguntemos
Quién
ha firmado esto por mí
-El
comisario de policía-
Mal
tiempo para votar, son las primeras líneas plasmadas
en el Ensayo sobre la lucidez del portugués José Saramago.
Mal tiempo para votar, se dice el presidente de la mesa electoral
número catorce de la capital de un país sin nombre,
mientras observa una torrencial lluvia que parece haber borrado
a los electores.
Así comienza un texto que se convierte en viaje alucinante
a través de la reflexión sobre el sistema democrático
imperante en el mundo actual, viaje que parte de una premisa sencilla… ¿qué pasa
cuando el 83% del electorado de la capital de un país vota
en blanco?
Es
así que tenemos a tres partidos desesperados (el de
la derecha, el del centro y el de la izquierda), incapaces de explicarse
cómo es que los ciudadanos han decidido cometer semejante
atentado en contra del sistema.
En
su desesperación, buscan pruebas de un complot anarquista
internacional –el rojo resulta un color amenazador-, echan a andar
operativos de espionaje para explicarse el por qué de semejante
desafío, y finalmente, deciden castigar a la ciudad insurrecta…los
derechos no son abstracciones […] los derechos se merecen o no
se merecen, y ellos no lo merecen… sentencia el ministro de defensa
de este país imaginario para justificar el estado de sitio
que caerá sobre esta ciudad como castigo a su ejercicio
indebido de la ley electoral…. porque indebida es cualquier acción
que amenace a los señores del poder, por indebido se entiende
el ejercer los derechos en contra del gobierno, en fin, que es
indebido cuestionar, criticar y pero aún, apropiarse y hacer
uso de aquellos derechos que nadie nos ha regalado, que son nuestros
por –válgame la redundancia- derecho propio.
En
las líneas de este libro, se plasman con intrincados
diálogos los argumentos de un gobierno paralizado ante la
callada protesta de la ciudadanía plasmada en papeletas
electorales en blanco.
El
abstencionismo, sea por apatía o sea por desánimo
ante la falta de propuestas políticas, es visto como algo
normal por los políticos de nuestros tiempos, quienes validan
su estancia en el poder basados en los votos que puedan caer en
las urnas electorales. Pero la presencia de miles de papeletas
en blanco, desencadena una reacción de pánico que
desata una serie de acontecimientos que tienen por protagonistas
a un comisario de policía y la mujer que nunca quedó ciega
durante la terrible epidemia de luz blanca que azotó a la
misma ciudad en el Ensayo sobre la ceguera.
La
historia se limita a retratar las reacciones de los políticos
ante lo que parece el inicio de una revuelta social que no esperan,
y que por lo tanto no saben cómo afrontar. Retrata la manera
en la que la ciudad cercada busca continuar su vida cotidiana sin
dar demasiada importancia al supuesto castigo del gobierno, sin
embargo, jamás se exploran las razones que mueven a ciudadanos
comunes y corrientes a votar en blanco, tampoco las que les permiten
organizarse como uno solo durante el sitio para sobrevivir y resistir
la embestida gubernamental.
El
sistema imperante, ante la imposibilidad de explicarse el fenómeno
del voto en blanco, recurre a atentados de corte terrorista, a
la suspensión del sistema de recolección de basura
de la capital y a la infiltración de agentes para detectar
a la dirigencia de un supuesto grupúsculo radical.
Los
resultados son contundentes: ante el atentado la ciudad mantiene
su dignidad y sale a las calles con bandas blancas en los brazos
acompañando a las víctimas en una marcha fúnebre
masiva, silenciosa, desafío callado pero contundente al
terror desatado por el Estado que defiende una democracia enferma;
los agentes regresan con el mismo informe, la gente no acepta ni
niega haber votado en blanco, se escudan en el derecho a ejercer
el voto libre y secreto; ante la huelga de la empresa recolectora
de basura, las mujeres salen a barrer las calles como si se hubieran
preparado con meses de anticipación para enfrentar el ataque.
En el relato se entrelazan, de manera magistral, dos historias:
la que sucede al interior del cerco y la de un gabinete debilitado
por quienes han utilizado los mismos mecanismos que defienden los
partidos oficiales para asestar un golpe certero al gobierno.
¿Qué democracia defienden los actuales gobiernos?
Tras la lectura de esta obra queda la sensación de estar
viviendo una farsa. Hay derechos que los gobiernos supuestamente
democráticos aceptan, toleran y en ocasiones hasta defienden,
como la libertad de prensa o la libertad de reunión. ¿Pero
si se cuestionara a la democracia misma? ¿Qué pasaría
si las urnas, en las elecciones del 2006, se llenaran con votos
en blanco? Tal vez la respuesta gubernamental sería atroz,
como la un animal herido que ataca a quien le ha asestado un golpe
fatal.
En
entrevista al periódico La Jornada, José Saramago
afirma que en la democracia representativa actual se acepta la
libertad de manifestación y discusión de todos los
temas, menos el debate de la propia democracia y del predominio
del poder económico, que él observa como el poder
real (La Jornada, 19/06/2005).
El
poder económico, sustento del sistema capitalista, se
camuflajea detrás de discursos que relamen palabras como
libertad, paz y democracia para justificar las peores atrocidades
contra otros pueblos, como el irakí, masacrado por las tropas
yanquis e inglesas que buscan llevarles las bondades del mundo
occidental.
El
Ensayo sobre la lucidez se convierte así, en una crítica
abierta a los valores que los políticos ensalzan como ciudadanos.
El autor afirma: Posiblemente vivimos en lo que se puede llamar
una democracia formal, pero que, desde un punto de vista sustancial,
y eso sería lo importante, es bastante precaria. La democracia
se encuentra enferma.
Estamos
ante una obra profundamente política, ante una
invitación tal vez no tan velada a cuestionar el sistema
de raíz, a preguntarnos si esa supuesta democracia en la
que vivimos y que desesperadamente defienden los poderosos, no
es más que una tuerca más de un sistema opresivo
y desigual.
Tal
vez, y sólo tal vez, una epidemia de voto en blanco
sea la semilla con la que podremos comenzar a transformar a este
mundo en un lugar más justo, en un lugar en el que valga
la pena vivir.
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