Los movimientos nacionalistas y las demandas democráticas
Horacio Lagar

Pluma No. 6 - Primavera 2007

Con motivo de los movimientos nacionalistas que están recorriendo el Continente, las reivindicaciones y consignas de carácter democrático se han puesto a la orden del día.

El hecho es por demás digno de atención, no sólo porque evidencia la desconexión de las sectas ultraizquierdistas con la realidad social y la utilidad de las consignas democráticas, reduciendo toda la lucha política a declamaciones sobre el "gobierno obrero y popular", sino también porque el tema ha suscitado agudas y justificadas discusiones entre los revolucionarios marxistas.

Las reivindicaciones y consignas democráticas, lejos de ser obsoletas y perder vigencia a causa de la crisis del sistema y los avances de las masas, han ganado un espacio mayor en la sociedad y en la conciencia de muy amplios sectores de la población latinoamericana. Por eso ocupan un primerísimo espacio en los programas de los caudillos políticos, tanto los burgueses tradicionales como los populistas y nacionalistas.

No discutiremos aquí con las sectas dedicadas a competir entre sí con consignas "de máxima" para disputarse sus propios adeptos entre la vanguardia ideologizada, presentándose ante ella como guardianes ortodoxos del "principismo". A ellos le dejamos ese protagonismo fuera del tiempo y del espacio social por considerarlo hoy más estéril que nunca, y nos limitaremos a aportar nuestro punto de vista con el fin de entendernos mejor con los revolucionarios que están volcados a participar en las luchas reales con la clase trabajadora.

Todos recordamos las memorables discusiones que realizó el movimiento trotskista en torno a las reivindicaciones y consignas democráticas. De esas discusiones surgieron aportes que enriquecieron la comprensión teórica y la práctica militante en el marco de los principios marxistas.

Uno de esos aportes tuvo lugar cuando el movimiento de masas tomó la forma de peligrosa insurgencia y obligó a los estrategas del imperialismo a responderle de manera distinta a la habitual, es decir, que no fuera desembarcando marines sino embanderándose preventivamente con las reivindicaciones formales de la democracia. El objetivo era el mismo: someter a las masas a su control canalizando sus protestas y rebeldías por el cauce jurídico e institucional del sistema.

Esta táctica democratista del imperialismo era tanto más original y defensiva cuanto que, además de responder al peligro de las masas insurgentes, se protegía ante la amenaza desestabilizadora de dictaduras militares o gobiernos bonapartistas que le resultarían incontrolables.

Nació así lo que Nahuel Moreno llamó la política imperialista de "reacción democrática", que no era sino una nueva forma de dominación del gobierno de EE.UU. en los países de su patio trasero. Fue así que Jimmy Carter y su misionera ad hoc, Patricia Derian, desembarcaron en las costas del subcontinente enarbolando la bandera de los derechos humanos.

Los progresistas de la pequeña burguesía se sintieron conmovidos por el giro humanístico del imperialismo y rápidamente le capitularon. Saliéndole al cruce a esa capitulación, Nahuel Moreno utilizó una expresión que, aunque polémica y en sí misma paradójica, dio lugar a que a sus propios herederos del MAS (1) la utilizaran para ignorar o descalificar muchas luchas populares de entonces, argumentando que por su carácter democrático respondían a intereses del imperialismo. Con la mira puesta en los "Octubres a la vuelta de la esquina" adujeron que las consignas democráticas habían quedado superadas por la lucha de clases.

La expresión "reacción democrática", usada para denunciar a la diplomacia yanqui en un esfuerzo para no quedar descolocada y sin libreto ante los procesos de descontento político y social que desestabilizaban el sistema burgués trabajosamente urdido por la OEA y la Alianza para el Progreso, quedó transformada por los epígonos en una premisa teórica del trotskismo, al mismo nivel que la teoría de la Revolución Permanente.

Pero las desviaciones a que dio lugar el mal uso de la expresión "reacción democrática" fue combatida internamente y las demandas democráticas se mantuvieron en el programa del MAS, no sin duras polémicas de su Dirección con militantes que, como nosotros, fueron acusados de "infiltrar" las consignas de la democracia burguesa en las filas de la revolución.

Los textos que hicimos circular al respecto nos eximen ahora de volver sobre la cuestión. Pero la realidad actual, con la irrupción de los movimientos nacionalistas que recorren el continente y hacen centro en Venezuela, Bolivia y Ecuador, nos autorizan a profundizar el tema de las consignas democráticas, ya que una de ellas, quizá la más conflictiva y difícil de instrumentar, ha sido puesta nuevamente en el tapete. Nos referimos a la Asamblea Constituyente lanzada e impuesta por Chávez, Evo Morales y quizá también por el presidente Correa en Ecuador, también embanderado con el movimiento nacionalista y aupado por las masas que enfrentan al sistema.

Como lo hemos reafirmado muchas veces, la Asamblea Constituyente no tiene nada de socialista. Pero no necesita tenerlo para cumplir una función revolucionaria (2).

La cuestión es si ahora cumple o no una función progresiva, no en abstracto fuera del tiempo y del espacio, sino en Venezuela, Bolivia y Ecuador para organizar, movilizar y hacer participar a las masas de manera independiente respecto a las instituciones del régimen.

Venezuela y Bolivia de-muestran que la Asamblea Constituyente, lejos de ser una respuesta política obsoleta o un residuo agotado de las "revoluciones democráticas de febrero", mantiene toda su vigencia de la mano de políticos populistas que se esfuerzan por conquistar el liderazgo de masas, más allá de nuestra convicción de que sólo quieren sustentar ese liderazgo sobre bases jurídicas para presentarlo de una manera más democrática. Que esto ocurra todavía hoy, en el siglo XXI, demuestra que las necesidades y sentimientos democráticos siguen profundamente arraigados en la conciencia de las masas, a pesar de merecer el desprecio de los eternos "principistas" de la ultra izquierda con el argumento, en parte verdadero, de que la consigna de Asamblea Constituyente es una consigna de la democracia burguesa.

Para nosotros no se trata de inventar una realidad o proponer un molde determinado para servir mejor a nuestros objetivos programáticos, sino de reconocer esa realidad y el estado de conciencia tal cual se presentan ante nuestros ojos, para poder orientarlos hacia una salida revolucionaria.

Desde nuestro punto de vista, de lo que se trata, con o sin Asambleas Constituyentes, es de utilizar las herramientas o tácticas políticas más adecuadas para conquistar el liderazgo de las masas y consolidar ese liderazgo lo más institucionalmente que sea posible ante el conjunto de la población que, mayoritariamente, no ha accedido todavía a los principios del socialismo.

Chávez, Morales y Correa descubrieron el valor de esta consigna como herramienta de captación popular para sus propios fines. Lástima que muchos trotskistas la subestiman a pesar de que Trotsky, alguien con experiencia en el tema, la expuso claramente en el Programa de Transición de la IV Internacional.

Pareciera que proponerle a las masas obreras y populares a que decidan por sí mismas qué tipo de país quieren, fuera sólo un anticuado privilegio de la burguesía habida cuenta que ya no existen, al menos formalmente, los príncipes y señores feudales.

En principio, cualquier consigna puede generar un proceso revolucionario, dado que ninguna nace con un signo genético de clase predeterminado para siempre. Si así fuera, los bolcheviques de 1917 no habrían podido utilizarla para acaudillar a las masas hasta transformar "revoluciones democráticas de febrero" en octubres victoriosos.

La mala utilización que algunos de sus discípulos hicieron de la expresión "reacción democrática" no es culpa de Nahuel Moreno, ni la lucha de clases discurre por cauces determinados por la genética, sino por factores sociales que ella misma va disponiendo. El problema reside en saber distinguir esos factores y orientarlos en un sentido o en otro.

En el caso de Venezuela, Bolivia y posiblemente Ecuador, las Asambleas Constituyentes no son fruto de una organización y movilización independiente de las masas ni de sus órganos propios de poder alternativo, sino de los propios representantes del régimen ya instituido, y es razonable pensar que sólo buscan mantenerse como administradores del sistema sin cambiar la naturaleza de clase del Estado.

No existen en estos países partidos socialistas con influencia de masas, ni las masas están orientadas ideológicamente por partidos socialistas.

La ausencia de esos factores hace más inédito y peculiar la irrupción del nacionalismo "bolivariano" y determinan las funciones actuales de las Asambleas Constituyentes convocadas por Chávez y Morales. Esa diferencia es la que obliga a los revolucionarios a ser profunda-mente críticos ante ellos y dotarse de un programa de consignas transicionales para presentarles una alternativa distinta a los trabajadores, con el fin de superar las limitaciones de clase del nacionalismo burgués y populista.

Convencidos de esa alternativa, ratificamos una vez más "la hora del trotskismo", que no es el descubrimiento teórico de una nueva "etapa" como las que han querido patentar en el pasado los clasificadores de manual del proceso de la lucha de clases en el devenir de la historia.

Sólo es una hora que hay que aprovechar para insertarse y participar en todas las luchas, porque es ahí por donde pasa la posibilidad histórica de conquistar el liderazgo necesario para conducirlas hacia la revolución socialista.

Buenos Aires, 15 de febrero de 2007.


(1) MAS. Movimiento Al Socialismo. Partido creado por Nahuel Moreno en Argentina en 1982, para responder al proceso revolucionario abierto por la caída de la dictadura argentina. En 1990, siendo uno de los partidos más importante del trotskismo latinoamericano y del mundo, entró en una crisis liquidacionista que culminó en innumerables divisiones posteriores, nacional e internacionalmente.
(2) Nos referimos al compilado de minutas y documentos escritos por Horacio Lagar y el GOP (Grupo de Opinión Proletaria) durante 1987 y 1992 cuando aún pertenecíamos al MAS, publicados bajo el nombre de "Las Minutas Satánicas, aportes para comprender la destrucción del MAS", Buenos Aires, 1994 y "La Oportunidad Perdida" , de 1996. Además, hemos aportado sobre el tema para "Marxismo Vivo" Nº 5, abril de 2002, publicación de la LIT (Liga Internacional de los Trabajadores).