Cómo
definirla al partido en tanto grupo humano?
Nahuel
Moreno.- Hace años, cuando me dedique a estudiar
sociología, leí un libro de Georges Gurvitch, que
era gran admirador de Nataniel Moreno, el inventor del psicodrama
como método de psicoterapia.
Apoyándose en Moreno y en otros psicólogos y sociólogos,
Gurvitch dice que existen tres tipos de grupos humanos. Es una clasificación
puramente sociológica: cómo se organiza el hombre
desde que existe sobre la tierra. Algunos grupos son sectarios,
cerrados, con direcciones despóticas. Otros son casi amorfos.
Hay un tercer tipo de grupo que reúne las mejores cualidades
de ambos: es muy democrático y a la vez dinámico,
homogéneo.
El Partido Bolchevique corresponde perfectamente al tercer tipo:
un grupo sólido, fuerte, dinámico, muy unido y fraternal,
además de democrático.
Algunos
nos ven desde afuera como un bloque monolítico...
NM.-
Sí, o como hombres mecáni-cos. Me han comentado que
en una Facultad universitaria, cuando llegan nuestros compañeros
los militantes de otras tendencias hacen gestos como imitando a
unos robots. Eso no me asusta. Es sólo una caricatura de
una virtud nuestra, que es pegar como un solo hombre alrededor de
las consignas votadas.
La fraternidad, la confianza, es la argamasa que une al partido.
Esa confianza entre revolucionarios no puede existir sin democracia;
lo que nos une a todos es que cada uno siente que los demás
son sus camaradas de lucha.
¿La
disciplina partidaria no produce alineación?
N.M.- [...] Opino que en este mundo alienado el
partido cumple un rol desalienante. Me da la impresión que
muchos artistas y científicos han logrado una vida feliz.
En última instancia la alienación se reduce a eso:
es la ciencia de la felicidad o infelicidad del hombre provocada
por un régimen social. Si la primera condición de
la desalienación es llevar una vida plena, en la que a uno
le gusta lo que hace, creo que no sólo la brinda el partido
sino también, en algunos casos, la ciencia, el arte y el
deporte.
El
régimen capitalista, monopolista, cierra esta posibilidad.
Supon-gamos, por ejemplo, un muchacho al que le apasiona el cine
y quiere hacer películas: es casi imposible, de cada mil
o dos mil candidatos a directores de cine queda uno sólo.
El
sistema capitalista conspira contra el desarrollo de las cualidades
del individuo, sean naturales o adquiridas. O las emplea cuando
sirven a sus ganancias.
Yo
veo al partido revolucionario, con su democracia interna, su programa
revolucionario de movilización permanente, como el soporte
más sólido para combatir la alienación o, dicho
de otra manera, la forma más segura de lograr cierto grado
de felicidad y de realización personal.
[…]
Fíjese en nuestro partido. Si un compañero muestra
dotes de orador o de escritor, lo alienta a que lo sea, que estudie
y se desarrolle. La sociedad enseña a mentir, a ocultar lo
que uno piensa, a no ver los puntos fuertes y débiles propios.
El partido es un control social que nos permite descubrimos a nosotros
mismos y desarrollarnos.
Si
un compañero demuestra tener grandes condiciones para deter-minada
tarea, se le impulsa a realizarla. A nadie se obliga a cumplir tareas
que no le gusten, salvo que las acepte voluntariamente.
¿Qué
respondería usted a los que dicen que el militante pierde
su individualidad?
N.M.-
Que ocurre todo lo contrario. Se desarrolla la creatividad individual,
con un control social que es el partido. La sociedad burguesa también
ejerce un control, pero busca el efecto opuesto: si el individuo
es un obrero, a la burguesía sólo le interesa que
se pase la vida produciendo chapitas, por ejemplo. Para el partido
bolchevique el individuo es sagrado, siempre busca la manera de
ayudarlo a desarrollarse. Y a que se desarrolle justamente en las
actividades más nobles del ser humano: escribir, hablar,
organizar, luchar.
No hay trabajo más alienante y embrutecedor que el de la
línea de producción o el de las minas. El minero trabaja
toda la vida para sacar unas cuantas toneladas de carbón.
Pero si ese minero es un militante revolucionario, además
de sacar carbón trata de organizar a sus compañeros
para la lucha: saca volantes, hace denuncias, en fin, realiza una
serie de actividades humanas que lo hacen feliz. Puede quedar muy
triste si pierde una lucha, pero en todo caso es alegría
o tristeza humana, no los sentimientos animales que produce el trabajo
alienado.
[…]
A nadie se le impide que estudie o viaje, el partido sólo
le exige al militante que milite disciplinadamente y cumpla los
compromisos que asume. […]
Hay
un hecho que ha llamado la atención de observadores que asisten
a reuniones del Movimiento al Socialismo y de sus partidos hermanos
en otros países: el ambiente de risas y alegría que
reina en ellos. Con esto quiero decir que el militante puede y debe
ser feliz por la actividad que realiza junto a sus camaradas, y
por lo tanto puede desalienarse hasta un cierto grado, el que impone
una sociedad monstruosa. Es una relación dinámica
y contradictoria: la sociedad que explota y aliena, el partido que
desaliena.
Tomado
de Conversaciones con Nahuel Moreno, por Tuny, Raúl,
y Zadunaisky, Daniel, Buenos Aires, Ed. Antídoto, 1985.