1935,
La idea de la igualdad
Cataluña
Pluma
3- Verano 2006
George
Orwell llegó a España en 1935 desde Inglaterra con
la intención de escribir artículos periodísticos,
pero al enfrentarse con la realidad de la guerra civil y con los
cambios que ésta había traído a la sociedad
española, decidió unirse inmediatamente al pueblo
en su heroica batalla contra el fascista Francisco Franco.
El escritor peleó en el frente de Aragón, sufriendo
las terribles condiciones bajo las que tenían que combatir
los milicianos, enfrentando al ejercito franquista, por un lado,
mientras que por otro, debían aguantar los embates del estalinismo
que buscaba mermar el poder y la organización que habían
logrado arrebatar los españoles a los poderosos.
De
acuerdo con el testimonio de Orwell, llegar a España en esa
época, y en especial a Cataluña, constituía
una experiencia asombrosa. Era atestiguar el desarrollo de la vida
cotidiana cuando el poder es ejercido por los trabajadores.
Barcelona
era una ciudad en la que el proletariado llevaba las riendas, tomaba
decisiones y en resumen, se organizaba, demostrando a los dueños
del dinero que la experiencia rusa podía repetirse en todos
los países del mundo. Estos cambios eran extraordinarios
para los ojos que habían visto la Barcelona burguesa y elegante
de años atrás.
El
impacto del cambio del poder de manos burguesas a manos proletarias,
se reflejaba en la fisonomía de la ciudad: las iglesias eran
derruidas por los trabajadores, como si desearan desmantelar, hasta
la última piedra, el aparato que había servido para
mantenerlos en la pobreza y la opresión.
El
lenguaje, pieza fundamental en la construcción de la realidad
y del mundo, también se había modificado. Se abandonaron
las formas de comunicación que implicaban sumisión,
desigualdad, en fin, aquellas que servían para marcar las
diferencias entre las clases sociales, y que en
esos momentos ya no eran necesarias, dado que la clase trabajadora
era quien ostentaba el poder y decidía que había otra
forma de ejercerlo. Orwell relata: "Las formas serviles e incluso
ceremoniosas habían desaparecido. Nadie decía 'señor'
o 'don' y tampoco 'usted', todos se trataban de 'camarada' y 'tú',
y decían 'salud' en lugar de 'buenos días'".
Las
relaciones se habían modificado, quienes trabajan en tiendas
o atendían restaurantes, se comportaban de manera diferente.
Los meseros veían a los ojos a los clientes, actitud inaceptable
en los elegantes salones burgueses, y que en esa Barcelona del 35,
significaba que los trabajadores ya no eran simple mano de obra,
ahora eran dueños de su trabajo y su destino.
Todos
estos cambios no se generaron por simple decreto revolucionario;
respondían al proceso de colectivización y socialización
de los servicios. Los servicios de alimentación y transporte
habían sido requisados, incluso los limpiabotas se habían
colectivizado, por lo tanto, las propinas ahora estaban prohibidas.
Todo eran administrado por los trabajadores, lo que se reflejaba
no sólo en la actitud de estos, sino en el ánimo general
de la ciudad, que a pesar de sufrir las penurias que la guerra trae
consigo, mantenía el ánimo alto.
La
lectura del texto de Orwell permite imaginar, por un momento, la
sensación de caminar por las calles de una ciudad en la que
los burgueses han desaparecido, andar entre una muchedumbre vestida
con ropa de trabajo o uniformes milicianos. El autor estaba impresionado:
"En todo esto había mucho que yo no comprendía
y que en cierto sentido, incluso no me gustaba, pero reconocí
de inmediato la existencia de un estado de cosas por el que valía
la pena luchar. Asimismo, creía que los hechos eran tales
como parecían, que me hallaba en realidad en un Estado obrero,
y que la burguesía entera había huido…".
La
experiencia se repetía también al interior de la milicia,
conformada y controlada también por los trabajadores, quienes
buscaban reflejar en esta institución, los cambios que ya
habían generado en el resto de la sociedad. Aunque militarmente
había grandes carencias, se luchaba por que la igualdad que
se respiraba en las calles se trasladara a las relaciones entre
milicianos, sin importar el rango y la experiencia militar. Nuevamente,
el lenguaje se transformó, desechando la palabra "señor",
utilizada para señalar las diferencias de autoridad, por
"camarada", que hermanaba a los milicianos.
Éra
un ejercito diferente, un ejército del pueblo, al que se
acudía por convicción, pero en el que además,
quienes arriesgaban su vida en el frente recibían un pago
justo, alimento y un trato digno, realidad que los soldados de países
como México no son capaces siquiera de imaginar.
A
la milicia llegaron extranjeros procedentes de diversas partes del
mundo, atraídos por la fuerza de la revolución española,
y que al igual que Orwell deben haber quedado muy sorprendidos por
el trato recibido por parte de los españoles, quienes sabiamente,
reconocían la importancia de hacer la lucha internacional
-y que dicho sea de paso- los estalinistas buscaron aplastar, asesinando
y encarcelando de manera artera a quienes arriesgaron vida por el
pueblo español.
Las
difíciles condiciones que debían enfrentar los milicianos
en el frente, mal armados, y peor entrenados, eran compensadas por
esa nueva manera de relacionarse que caracterizaba a la nueva sociedad
española que intentaba mantenerse a flote ante las embestidas
fascistas.
Orwell
recuerda: "Lo que lleva a los hombres hacia el socialismo,
y los mueve a arriesgar su vida por él, la 'mística'
del socialismo, es la idea de la igualdad…Precisamente esos
pocos meses en el frente me resultaron valiosos, porque las milicias
españolas, mientras duraron, constituyeron una especie de
microcosmos de una sociedad sin clases. …"
Orwell
regresó del frente y se asombró al comprobar que la
Barcelona proletaria se borraba lentamente para dejar en su lugar
la antigua ciudad burguesa.
A pesar de la heroica resistencia de las milicias españolas,
Franco triunfó, sumiendo a España en una dictadura
que duraría años, decretando el olvido sobre la memoria
del pueblo y condenando a miles a morir en el exilio.
Pero
al fin y al cabo, lo que demuestra la experiencia española
es que la clase obrera es capaz de organizarse, y generar nuevas
formas de convivencia que permitan, como lo señala George
Orwell, que los seres humanos se comporten como seres humanos, y
no como engranajes de la máquina capitalista. (Angélica
García)
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