1916-1919,
la Comuna de Morelos
México
Pluma
3- Verano 2006
En
el tumulto de acontecimientos que se sucedieron durante los años
de la revolución mexicana, resalta un episodio ignorado por
los historiadores burgueses - y que por supuesto no aparece en los
libros de texto-, tal vez porque demostraría que la sociedad
mexicana estuvo más cerca del socialismo de lo que la gran
familia revolucionaria priista y la burguesía hubieran deseado.
Nos
referimos a la Comuna de Morelos, episodio registrado y analizado
en el libro La revolución interrumpida, de Adolfo Gilly.
El autor refiere que durante 1915 la lucha revolucionaria se dividió
en dos sectores, norte y sur. El carrancismo entonces, se concentró
en acabar con las fuerzas de Francisco Villa, dando un respiro al
ejército zapatista y permitiendo que se desarrollara en el
estado de Morelos la democracia campesina, a través de la
interpretación que los campesinos morelenses daban al Plan
de Ayala, liquidando los latifundios revolucionariamente, sin indemnizaciones.
Gilly
refiere: "Aplicaron la vieja concepción campesina precapitalista
y comunitaria, pero al traducirla sus dirigentes en leyes en la
segunda década del siglo XX, ella tomó una forma anticapitalista.
Y la conclusión fue: expropiar sin pago los ingenios y nacionalizarlos,
poniéndolos bajo la administración de los campesinos
a través de sus jefes militares. Allí donde los campesinos
y los obreros agrícolas finalmente establecieron su gobierno
directo por un periodo, la revolución mexicana adquirió
ese carácter anticapitalista empírico. De ahí
la conspiración del silencio de los escritores de la burguesía
y de los teóricos de la revolución por etapas acerca
de este episodio crucial de la revolución."
Desde
1914, Manuel Palafox, general zapatista, quedó al frente
de la Secretaría de Agricultura. Este personaje se caracterizaba
por sus ideas socialistas, y por la interpretación que a
partir de éstas le daba al Plan de Ayala. A partir de 1915,
Palafox dispuso que un grupo de jóvenes agrónomos
voluntarios, viajaraon a Morelos con el objetivo de hacer el deslinde
de las tierras por repartir. Estas comisiones funcionaron a la perfección:
marcaron los límites de todos los pueblos, asignándoles
tierra de cultivos, bosque y agua.
La organización del pueblo ayudó a facilitar una tarea
que se imaginaba casi imposible, debido a lo complicado que resultaba
repartir tierras recién expropiadas y reclamadas por sus
dueños ancestrales: "Buenas partes de estas tierras
habían sido arrebatadas por las haciendas, y a veces al tratar
de restituirlas aparecía que la hacienda las había
alquilado a campesinos de otro pueblo desde muchos años atrás…La
costumbre de discutir con los pueblos y de que éstos mismos
resolvieran en definitiva el arreglo, impuesta por Zapata y sus
jefes, hizo ganar autoridad a los comisionados y fue creciendo la
colaboración de los campesinos con ellos." Este proceso
permitió la participación de los campesinos, a través
de sus formas tradicionales de organización.
En
1916 Carranza aumentó la presión sobre Morelos, en
una ofensiva militar que no tenía sólo por objetivo
acabar con la organización militar del Ejército del
sur, sino también con la incipiente organización popular
que ya se respiraba en ese estado. Los saqueos, asesinatos y violaciones
fueron el común denominador del actuar del nuevo ejército
burgués surgido de la revolución; pero "…después
de seis años en que se repartieron todas las tierras a los
pueblos, liquidaron los latifundios completamente y y convirtieron
a los ingenios en fábricas nacionales administradas por sus
representantes en beneficio de la población, es decir, después
de haber establecido su comuna campesina, las masas de Morelos se
dispusieron a defender sus conquistas contra la ocupación
militar burguesa. Esas conquistas estaban arraigadas en las relaciones
sociales campesinas. Habían dado un nuevo sentido fraternal
y colectivo a toda la vida social, y esa relación se había
convertido en la norma del Estado organizado por los campesinos.
Era imposible que una invasión, una acción puramente
militar, destruyera ese tejido social en unos pocos meses.
"Aunque
los hechos parecían demostrar que los carrancistas habían
triunfado, muy pronto la organización popular se impuso y
combatió al ejercito burgués de manera organizada,
recurriendo incluso a la propaganda: los soldados constitucionalistas
sufrían el asedio político de la población,
que los influía, discutía con ellos, buscaba ganarlos
para su causa…"
Para 1916, Zapata planteó la necesidad de conformar una organización
política de sus fuerzas; el revolucionario se había
percatado de que "...la organización militar no era
suficiente para mantener la cohesión de la población
y que las formas tradicionales de autoridades de los pueblos habían
sido completamente conmovidas o desintegradas por las deportaciones,
las masacres, las migraciones impuestas por la guerra." Para
finales de ese año, se estableció en Tlaltizapan el
organismo propuesto por Zapata, denominado "Centro de Consulta
para la Propaganda y la Unificación Revolucionaria."
Gilly
cita la obra de John Womack Zapata y la revolución mexicana,
en la que el historiador norteamericano describe a detalle el funcionamiento
de este organismo. Entre las tareas de los consultores estaban las
de ir a dar conferencias a cada una de las comunidades, explicar
las leyes y decretos emanados del cuartel y, principalmente, organizar
juntas subsidiarias en todos los pueblos que estuvieran bajo control
zapatista, que se denominarían "Asociaciones para la
Defensa de los Principios Revolucionarios."
Los
asociados emanaban de los pueblos y eran elegidos directamente por
ellos, carecían de autoridad oficial, pero en los hechos
tenían gran influencia a nivel local. Estos asociados funcionaban
también como mediadores en los conflictos que surgían
en cada comunidad, los que se agravaban debido a las migraciones;
estos concejos lograron establecer acuerdos entre los gobiernos
municipales y los cuarteles generales, con el objetivo de establecer
derechos y obligaciones tanto de aldeanos como de guerrilleros.
Así mismo, esta organización emanada del pueblo logró
organizar escuelas; se calculaba que "para los primeros meses
de 1917 establecieron o reestablecieron escuelas primarias en unos
quince o veinte pueblos, proeza no realizada por ningún régimen
precedente... sus fines eran, según lo declaraban las Asociaciones,
procurar que la propaganda llegue hasta el seno de las familias
y que los jefes de éstas inculquen a sus hijos y demás
familiares los buenos principios, hagan que éstos tomen interés
por la revolución y comprendan que del triunfo de ella depende
la felicidad de los hombres honrados y trabajadores...en algunos
pueblos se fundaron también escuelas nocturnas para adultos."
Dice Womack: "las lecciones que los alumnos de las escuelas
zapatistas aprendían eran rudimentarias, pero valiosas no
obstante. Además, para la gente del campo la experiencia
de oír al maestro decir que la resistencia que proseguía
era por la patria y la gente pobre y que los zapatistas eran héroes
nacionales, tenía un valor inolvidable."
En
fin, que estas asociaciones funcionaban como comités campesinos,
que intervenían en problemáticas políticas
y cotidianas de cada una de las poblaciones en las que se establecieron.
Dice
Gilly: "Pero lo importante de estas Asociaciones no era la
política que formulaban -de hecho no formulaban ninguna y
aceptaban la de la dirección de Soto y Gama-, sino su vida
en la base, el esfuerzo histórico del campesinado de Morelos
para darse sus propios organismos políticos y para constituir
un partido que, en su intención, debía ser una partido
de ellos, de los campesinos pobres; y que de hecho, a la escala
de los problemas locales de los pueblos, así lo era en efecto,
aunque nacionalmente no tuviera futuro."
Así
como se crearon organizaciones locales, la manera en la que, durante
este período se dio la organización de los pueblos
también fue fundamental. "Basándose en las antiguas
tradiciones campesinas de cooperación y de discusión
colectiva de los problemas de la comunidad agraria, los zapatistas
establecieron formas de organización y de gobierno similares
a las creadas por las masas rusas en 1905, los soviets, y que en
ese mismo año, 1917, éstas estaban retomando al otro
extremo del mundo."
"En
la ley sobre derechos y obligaciones de los pueblos y las fuerzas
armadas del Ejército Libertador del Sur, de marzo de 1917,
se estableció la forma de participación de la población
en el gobierno de los pueblos. La ley fijaba un funcionamiento regular
de asambleas populares que permitirían la intervención
permanente de los habitantes de los pueblos en todos los asuntos
políticos, su discusión y su decisión. Los
hombres debían reunirse en asamblea en cada pueblo el día
15 de cada mes. Estas asambleas, luego de discutir y tomar acuerdos
sobre los problemas en debate, designaban a sus delegados. El día
20 debían reunirse estos delegados de todos los pueblos en
las cabeceras municipales, por su parte, designaban sus delegados
a las asambleas distritales que se reunirían el día
1º de mes en la cabecera de distrito para decidir, con la intervención
y el voto de los delegados así designados, sobre los asuntos
generales de todo el distrito."
El impacto de esta organización popular sobre la vida cotidiana
de cada una de las poblaciones de Morelos fue grande, ya que emanaba
de sus pobladores mismos. Los ejemplos de este ejercicio de poder
popular a lo largo del capítulo que Gilly consagra a La Comuna
son varios, pero, consideramos que en estas páginas quedan
plasmadas las más significativas.
Sin embargo, más allá de los ejemplos, Adolfo Gilly
afirma que la antigua comunidad agraria indígena "a
pesar de todos los embates de las haciendas y del mercado capitalista,
logró llegar hasta la revolución de 1910, encontró
allí el punto de apoyo y la vía de salida para ligarse
con el comienzo de la época de las revoluciones proletarias
abierta por la revolución rusa en 1917, para ligarse con
la lucha por el poder obrero y preservar en esta lucha, en sus organismos
de tipo soviético, en el pueblo en armas organizado como
ejército zapatista, sus costumbres y tradiciones de vida
colectivas, de propiedad colectivas, de solidaridad y fraternidad
comunal y campesina."
Acerca de este glorioso episodio de la historia de la lucha contra
el capitalismo, el autor concluye: "La Comuna de Morelos, primer
ensayo de poder obrero y campesino en América Latina, es
la tradición más profunda y más hermosa, incorporada
definitivamente a la conciencia de las masas, para la continuación
de la revolución interrumpida hasta el gobierno obrero y
campesino en México". (Angélica García)
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