1871, la Comuna de París

Pluma 3- Verano 2006

Cuando, por primera vez en la historia, simples obreros se atrevieron a violar el privilegio gubernamental de sus "superiores naturales" y, en circunstancias de una dificultad sin precedentes, realizaron su labor al frente del gobierno de un modo modesto, concienzudo y eficaz, con sueldos el más alto de los cuales apenas representaba una quinta parte de la suma que es el sueldo mínimo del secretario de un consejo de instrucción pública de Londres, el viejo mundo se retorció en convulsiones de rabia ante el espectáculo de la bandera roja, símbolo de la República del Trabajo, ondeando sobre el Hôtel de Ville, la casa presidencial francesa.

Carlos Marx, 1871.


Prólogo

Estamos en Francia, en 1870. La gobierna Luis Bonaparte en forma dictatorial desde 1851 cuando, luego de un golpe de Estado se proclamó "emperador". Tras algunos años de bonanza económica, Bonaparte ha elevado a más del doble la deuda nacional y sumido a todas las ciudades importantes en deudas municipales gravosísimas. Para salir del embrollo no se le ocurre nada mejor que organizar una guerra contra su vecino alemán, al que intenta arrancarle dos provincias. Supone el emperador que triunfará fácilmente y que tal despojo unirá a Francia a su alrededor. Pero los arrogantes e incompetentes generales franceses pierden la guerra y los prusianos capturan a Bonaparte e invaden el país. Es un desastre para Francia. La guerra, además, ha aumentado espantosamente las cargas de la nación y devastado en forma implacable sus recursos. Y para completar la ruina, el mandatario prusiano, Otto Bismarck, exige el pago del sustento de medio millón de soldados suyos en suelo francés y una indemnización de cinco mil millones, más el 5 por ciento de interés por los pagos aplazados.

Cuando los invasores prusianos intentan ocupar París no pueden hacerlo plenamente porque los obreros se han organizado, armado y se asumen como los defensores de su país. El 4 de septiembre de 1870 proclaman la República, es decir, la soberanía popular y la muerte del imperio. Al mismo tiempo, un sector de la burguesía francesa encabezada por el ex diputado Adolfo Thiers se asume como el nuevo gobierno y se instala en Versalles, a las afueras de París. Se autonombra Gobierno de Defensa Nacional pero, como escribió Carlos Marx, "no vaciló un instante en convertirse en un gobierno de traición nacional." En efecto, el 26 de febrero de 1871 Thiers y Bismarck firmaron un tratado preliminar de paz absolutamente desfavorable para Francia y que incluía, como ya hemos dicho, el pago de 5 mil millones de francos.

"¿Quién iba a pagar esta cuenta?", pregunta Marx, y contesta: Sólo derribando violentamente la República podían los monopolizadores de la riqueza confiar en echar sobre los hombros de los productores de la misma, las costas de una guerra que ellos, los monopolizadores, habían desencadenado. Y así, la incalculable ruina de Francia estimulaba a estos patrióticos representantes de la tierra y del capital a empalmar, ante los mismos ojos del invasor y bajo su alta tutela, la guerra exterior con una guerra civil, con una rebelión de los esclavistas".

Con otras palabras, la burguesía francesa prefiere aliarse con sus agresores prusianos en contra de los obreros de París. Los propietarios franceses saben que un triunfo de los obreros armados contra los ocupantes alemanes les sería sumamente perjudicial y pondría en peligro mortal sus intereses. Se inicia así una nueva guerra, civil, de la burguesía francesa en contra del proletariado. En esta guerra se unen los capitalistas franceses con los invasores alemanes en contra de los obreros de Francia.

Mientras tanto, los obreros parisinos proclaman, el 18 de marzo de 1871, la Comuna de París. En las páginas siguientes leeremos cómo fue el primer gobierno obrero de la historia. La descripción de sus características fue hecha por Marx y por Federico Engels, de quienes tomamos los siguientes párrafos entrecomillados.

¿Qué era la Comuna?

Durante los meses que duró el asedio a la capital francesa tanto de los agresores prusianos como de la burguesía nativa, se organizó en París un gobierno obrero, al que se le dio el nombre de la Comuna.

¿Qué era la Comuna? Según escribieron los mismos obreros, en un manifiesto del 18 de marzo de 1871:

"Los proletarios de París, en medio de los fracasos y las traiciones de las clases dominantes, se han dado cuenta de que ha llegado la hora de salvar la situación tomando en sus manos la dirección de los asuntos públicos… Han comprendido que es su deber imperioso y su derecho indiscutible hacerse dueños de sus propios destinos, tomando el Poder."

Fue suprimido el ejército permanente y sustituido por el pueblo armado

"Y si París pudo resistir fue únicamente porque, a consecuencia del asedio, se había deshecho del ejército, substituyéndolo por una Guardia Nacional, cuyo principal contingente lo formaban los obreros. Ahora se trata de convertir este hecho en una institución duradera. Por eso, el primer decreto de la Comuna fue para suprimir el ejército permanente y sustituirlo por el pueblo armado."

En cuanto a la policía, "en vez de continuar siendo un instrumento del Gobierno central, fue despojada inmediatamente de sus atributos políticos y convertida en instrumento de la Comuna, responsable ante ella y revocable en todo momento. Lo mismo se hizo con los funcionarios de las demás ramas de la administración."

Consejeros municipales elegidos por sufragio universal

"La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad. Eran responsables y revocables en todo momento. La mayoría de sus miembros eran, naturalmente, obreros o representantes reconocidos de la clase obrera. La Comuna no había de ser un organismo parlamentario, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo."

Funcionarios que cobraban salarios de obreros

"Desde los miembros de la Comuna para abajo, todos los servidores públicos debían devengar salarios de obreros. Los intereses creados y los gastos de representación de los altos dignatarios del Estado desaparecieron con los altos dignatarios mismos. Los cargos públicos dejaron de ser propiedad privada de los testaferros del Gobierno central. En manos de la Comuna se pusieron no solamente la administración municipal, sino toda la iniciativa ejercida hasta entonces por el Estado."

Separación de la iglesia y el Estado

"Una vez suprimidos el ejército permanente y la policía, que eran los elementos de la fuerza física del antiguo Gobierno, la Comuna tomó medidas inmediatamente para destruir la fuerza espiritual de represión, el "poder de los curas", decretando la separación de la Iglesia y el Estado y la expropiación de todas las iglesias como corporaciones poseedoras. Los curas fueron devueltos al retiro de la vida privada, a vivir de las limosnas de los fieles, como sus antecesores, los apóstoles."

Educación laica y gratuita

"Todas las instituciones de enseñanza fueron abiertas gratuitamente al pueblo y al mismo tiempo emancipadas de toda intromisión de la Iglesia y del Estado. Así, no sólo se ponía la enseñanza al alcance de todos, sino que la propia ciencia se redimía de las trabas a que la tenían sujeta los prejuicios de clase y el poder del Gobierno."

Jueces elegidos y revocables

"Los funcionarios judiciales debían perder aquella fingida independencia que sólo había servido para disfrazar su abyecta sumisión a los sucesivos gobiernos, ante los cuales iban prestando y violando, sucesivamente, el juramento de fidelidad. Igual que los demás funcionarios públicos, los magistrados y los jueces habían de ser funcionarios electivos, responsables y revocables."

Un gobierno nacional inspirado en el de París

"Como es lógico, la Comuna de París había de servir de modelo a todos los grandes centros industriales de Francia. Una vez establecido en París y en los centros secundarios el régime comunal, el antiguo Gobierno centralizado tendría que dejar paso también en las provincias a la autoadministración de los productores. En el breve esbozo de organización nacional que la Comuna no tuvo tiempo de desarrollar, se dice claramente que la Comuna habría de ser la forma política que revistiese hasta la aldea más pequeña del país y que en los distritos rurales el ejército permanente habría de ser reemplazado por una milicia popular, con un período de servicio extraordinariamente corto. Las comunas rurales de cada distrito administrarían sus asuntos colectivos por medio de una asamblea de delegados en la capital del distrito correspondiente y estas asambleas, a su vez, enviarían diputados a la Asamblea Nacional de Delegados de París, entendiéndose que todos los delegados serían revocables en todo momento y se hallarían obligados por el mandato imperativo (instrucciones formales) de sus electores. Las pocas, pero importantes funciones que aún quedarían para un gobierno central, no se suprimirían, como se ha dicho, falseando intencionadamente la verdad, sino que serían desempeñadas por agentes comunales que, gracias a esta condición, serían estrictamente responsables. No se trataba de destruir la unidad de la nación, sino por el contrario, de organizarla mediante un régimen comunal, convirtiéndola en una realidad al destruir el Poder del Estado, que pretendía ser la encarnación de aquella unidad, independiente y situado por encima de la nación misma, de la cual no era más que una excrescencia parasitaria. Mientras que los órganos puramente represivos del viejo Poder estatal habían de ser amputados, sus funciones legitimas serían arrancadas a una autoridad que usurpaba una posición preeminente sobre la sociedad misma, para restituirlas a los servidores responsables de esta sociedad. En vez de decidir una vez cada tres o seis años qué miembros de la clase dominante habían de "representar" al pueblo en el parlamento, el sufragio universal habría de servir al pueblo organizado en comunas, como el sufragio individual sirve a los patronos que buscan obreros y administradores para sus negocios. Y es bien sabido que lo mismo las compañías que los particulares, cuando se trata de negocios saben generalmente colocar a cada hombre en el puesto que le corresponde y, si alguna vez se equivocan, reparan su error con presteza. Por otra parte, nada podía ser más ajeno al espíritu de la Comuna que sustituir el sufragio universal por una investidura jerárquica."

Un "gobierno barato"

Ese tópico de todas las revoluciones burguesas, "un gobierno barato", la Comuna lo convirtió en realidad al destruir las dos grandes fuentes de gastos: el ejército permanente y la burocracia del Estado. Su sola existencia presuponía la no existencia de la monarquía que, en Europa al menos, es el lastre normal y el disfraz indispensable de la dominación de clase. La Comuna dotó a la República de una base de instituciones realmente democráticas. Pero, ni el gobierno barato, ni la "verdadera República" constituían su meta final, no eran más que fenómenos concomitantes.

"He aquí su verdadero secreto: la Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta que permitía realizar la emancipación económica del trabajo."

La expropiación de los expropiadores

"¡La Comuna, exclaman, pretende abolir la propiedad, base de toda civilización! Sí, caballeros, la Comuna pretendía abolir esa propiedad de clase que convierte el trabajo de muchos en la riqueza de unos pocos. La Comuna aspiraba a la expropiación de los expropiadores. Quería convertir la propiedad individual en una realidad, transformando los medios de producción -la tierra y el capital- que hoy son fundamentalmente medios de esclavización y de explotación del trabajo, en simples instrumentos de trabajo libre y asociado. ¡Pero eso es el comunismo, el "irrealizable" comunismo! Sin embargo, los individuos de las clases dominantes que son lo bastante inteligentes para darse cuenta de la imposibilidad de que el actual sistema continúe -y no son pocos- se han erigido en los apóstoles molestos y chillones de la producción cooperativa. Ahora bien, si la producción cooperativa ha de ser algo más que una impostura y un engaño; si ha de sustituir al sistema capitalista; si las sociedades cooperativas unidas han de regular la producción nacional con arreglo a un plan común, tomándola bajo su control y poniendo fin a la constante anarquía y a las convulsiones periódicas, consecuencias inevitables de la producción capitalista, ¿qué será eso entonces, caballeros, sino comunismo, comunismo "realizable"?"

La Comuna ganó a la clase media

"Fue esta la primera revolución en que la clase obrera fue abiertamente reconocida como la única clase capaz de iniciativa social incluso por la gran masa de la clase media parisina -tenderos, artesanos, comerciantes, con la sola excepción de los capitalistas ricos. La Comuna los salvó, mediante una sagaz solución de la constante fuente de discordias dentro de la misma clase media: el conflicto entre acreedores y deudores. Estos mismos elementos de la clase media, después de haber colaborado en el aplastamiento de la insurrección obrera de junio de 1848, habían sido sacrificados sin miramiento a sus acreedores por la Asamblea Constituyente de entonces. Pero no fue éste el único motivo que les llevó a apretar sus filas en torno a la clase obrera. Sentían que había que escoger entre la Comuna y el Imperio, cualquiera que fuese el rótulo bajo el que éste resucitase. El Imperio los había arruinado económicamente con su dilapidación de la riqueza pública, con las grandes estafas financieras que fomentó y con el apoyo prestado a la concentración artificialmente acelerada del capital, que suponía la expropiación de muchos de sus componentes. Los había oprimido políticamente, y los había irritado moralmente con sus orgías; había herido su volterianismo al confiar la educación de sus hijos a los frailes ignorantes, y había sublevado su sentimiento nacional de franceses al lanzarlos precipitadamente a una guerra que sólo ofreció una compensación para todos los desastres que había causado: la caída del Imperio. En efecto, tan pronto huyó de París la alta bohème bonapartista y capitalista, el auténtico Partido del Orden de la clase media surgió bajo la forma de "Unión Republicana", se colocó bajo la bandera de la Comuna y se puso a defenderla contra las malévolas desfiguraciones de Thiers."

Solidaria con los campesinos

"La Comuna tenía toda la razón cuando decía a los campesinos: 'Nuestro triunfo es vuestra única esperanza'.

Mientras la burguesía "fomentaba una guerra civil en contra de la revolución, para echar sobre las espaldas de los campesinos la carga principal de los cinco mil millones de indemnización que había que pagar a los prusianos. La Comuna por el contrario, declaraba en una de sus primeras proclamas que las costas de la guerra tenían que ser pagadas por los verdaderos causantes de ella. La Comuna habría redimido al campesino de la contribución de sangre, le habría dado un gobierno barato, habría convertido a los que hoy son sus vampiros -el notario, el abogado, el agente ejecutivo y otros chupa sangre de juzgados- en empleados comunales asalariados, elegidos por él y responsables ante él mismo. Le habría librado de la tiranía del alguacil rural, el gendarme y el prefecto; la ilustración en manos del maestro de escuela habría ocupado el lugar del embrutecimiento por parte del cura. Y el campesino francés es, ante todo y sobre todo, un hombre calculador. Le habría parecido extremadamente razonable que la paga del cura, en vez de serle arrancada a él por el recaudador de contribuciones, dependiese de la espontánea manifestación de los sentimientos religiosos de los feligreses. Tales eran los grandes beneficios que el régimen de la Comuna -y sólo él- brindaba como cosa inmediata a los campesinos franceses. Huelga, por tanto, detenerse a examinar los problemas más complicados, pero vitales, que sólo la Comuna era capaz de resolver -y que al mismo tiempo estaba obligada a resolver-, en favor de los campesinos, a saber: la deuda hipotecaria, que pesaba como una pesadilla sobre su parcela; el proletariado rural, que crecía constantemente, y el proceso de su expropiación de dicha parcela, proceso cada vez más acelerado en virtud del desarrollo de la agricultura moderna y la competencia de la producción agrícola capitalista."

Un gobierno internacionalista

"La Comuna era, pues, la verdadera representación de todos los elementos sanos de la sociedad francesa, y por consiguiente, el auténtico gobierno nacional. Pero, al mismo tiempo, como gobierno obrero y como campeón intrépido de la emancipación del trabajo, era un gobierno internacional en el pleno sentido de la palabra. A los ojos del ejército prusiano, que había anexado a Alemania dos provincias francesas, la Comuna anexaba a Francia los obreros del mundo entero.
"La Comuna concedió a todos los extranjeros el honor de morir por una causa inmortal. Entre la guerra exterior, perdida por su traición, y la guerra civil, fomentada por su conspiración con el invasor extranjero, la burguesía encontraba tiempo para dar pruebas de patriotismo, organizando batidas policíacas contra los alemanes residentes en Francia. La Comuna nombró a un obrero alemán su ministro del Trabajo. Thiers, la burguesía, el Segundo Imperio, habían engañado constantemente a Polonia con ostentosas manifestaciones de simpatía, mientras en realidad la traicionaban por los intereses de Rusia, a la que prestaban los más sucios servicios. La Comuna honró a los heroicos hijos de Polonia, colocándolos a la cabeza de los defensores de París. Y, para marcar nítidamente la nueva era histórica que conscientemente inauguraba, la Comuna, ante los ojos de los vencedores prusianos, de una parte, y del ejército bonapartista mandado por generales bonapartistas de otra, echó abajo aquel símbolo gigantesco de la gloria guerrera que era la Columna de Vendôme." [Esta columna había sido fundida con el bronce de los cañones tomados por Napoleón después de la guerra de 1809 y era un símbolo de patrioterismo y de incitación al odio entre las naciones].
También quemó públicamente la guillotina, en medio del júbilo popular.

Abolió el trabajo nocturno

"La gran medida social de la Comuna fue su propia existencia, su labor. Sus medidas concretas no podían menos de expresar la línea de conducta de un gobierno del pueblo por el pueblo. Entre ellas se cuentan la abolición del trabajo nocturno para los obreros panaderos, y la prohibición, bajo penas, de la práctica corriente entre los patronos de mermar los salarios imponiendo a sus obreros multas bajo los más diversos pretextos, proceso éste en el que el patrono se adjudica las funciones de legislador, juez y agente ejecutivo, y, además, se embolsa el dinero. Otra medida de este género fue la entrega a las asociaciones obreras, bajo reserva de indemnización, de todos los talleres y fábricas cerrados, lo mismo si sus respectivos patronos habían huido que si habían optado por parar el trabajo."
Apenas comienza la Comuna a actuar, y la burguesía la denuncia frenéticamente "como a una banda de criminales evadidos y amotinados abiertamente contra la familia, la religión, el orden y la propiedad", según Jules Favre, miembro del Gobierno de Defensa Nacional, que le declara una guerra implacable.
El 7 de abril los versalleses lanzan una fuerte ofensiva y toman el puente sobre el Sena, en el occidente de París, que es sometida a un sistemático bombardeo. La burguesía francesa le implora al Gobierno prusiano que acelere la devolución de los soldados franceses hechos prisioneros en Sedán y en Metz para que reconquisten París, a lo que Bismarck accede en el mes de mayo. La llegada de estas tropas le da una superioridad decisiva a las fuerzas de Versalles. Además, las tropas prusianas, que seguían ocupando los fuertes del Norte y el Este, violando un armisticio firmado con los franceses, le permitieron a los versalleses cruzar por la norte de la ciudad y avanzar atacando sobre un largo frente. La caída de la Comuna estaba cerca.
Cuenta Federico Engels: "Y entonces llegó a su apogeo aquella matanza de hombres desarmados, mujeres y niños… Ya los fusiles de retrocarga no mataban bastante de prisa, y entraron en juego las ametralladoras para abatir por centenares a los vencidos. El Muro de los Federados del cementerio de Pere Luchaise, donde se consumó el último asesinato en masa, queda todavía en pie, testimonio mudo pero elocuente del frenesí a que es capaz de llegar la clase dominante cuando el proletariado se atreve a reclamar sus derechos." (Cuautémoc Ruiz)

Cómo era París bajo el gobierno obrero

" Maravilloso en verdad fue el cambio operado por la Comuna en París. De aquel París prostituido del Segundo Imperio no quedaba ni rastro. París ya no era el lugar de cita de terratenientes ingleses, absentistas [latifundistas] irlandeses, ex esclavistas y rastacueros norteamericanos, ex propietarios rusos de siervos y boyardos de Valaquia. Ya no había cadáveres en la morgue, ni asaltos nocturnos, y apenas uno que otro robo; por primera vez desde los días de febrero de 1848, se podía transitar seguro por las calles de París, y eso que no había policía de ninguna clase. "Ya no se oye hablar - decía un miembro de la Comuna - de asesinatos, robos y atracos; diríase que la policía se ha llevado consigo a Versalles a todos sus amigos conservadores". Las cocottes [damiselas caras] habían reencontrado el rastro de sus protectores, fugitivos hombres de la familia, de la religión y, sobre todo, de la propiedad. En su lugar, volvían a salir a la superficie las auténticas mujeres de París, heroicas, nobles y abnegadas como las mujeres de la antigüedad. París trabajaba y pensaba, luchaba y daba su sangre; radiante en el entusiasmo de su iniciativa histórica, dedicado a forjar una sociedad nueva, casi se olvidaba de los caníbales que tenía a las puertas."


Las citas de Marx han sido tomadas de su obra "La guerra civil en Francia", escrita en mayo de 1971, que forma parte de la Obras Escogidas de Marx y Engels, páginas 268-322, Moscú, ed. Progreso, s/f. Las citas de Engels fueron tomadas de su "Introducción" a la obra citada en Marx, escrita en 1891, publicada en el libro ya mencionado, en las páginas 256 y ss.

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