El
espectacular triunfo obrero en Sicartsa
El triunfo
obrero en Euzkadi parecía excepcional, pues el panorama de
la lucha laboral estaba plagado de derrotas, de cierres de empresas,
despidos, huelgas sin salida o declaradas inexistentes o que eran
derrotadas.
Pero en el puerto industrial de
Lázaro Cárdenas, en Michoacán, estalló la
huelga de los trabajadores de la Siderúrgica Lázaro Cárdenas
Las Truchas, S.A. (Sicartsa), organizados en la Sección 271
del Sindicato Minero Metalúrgico, afiliado a la CTM.
Los trabajadores sufrían despidos, un rezago salarial tremendo, violaciones
a sus condiciones de trabajo pactadas en el contrato colectivo, además
de que la patronal no quería aceptar la sindicalización del
personal de sus instalaciones de Apodaca.
Había muy buenas razones para luchar, pero el gobierno trató de
meterlos en cintura declarando inexistente su huelga, con el ridículo
argumento, una vieja treta, de que estalló… ¡un minuto
antes de lo fijado!
De inmediato el gobernador estatal
perredista, Lázaro Cárdenas
Batel, nieto del tata Lázaro Cárdenas, anunció su respaldo
a la medida del gobierno federal, preparando a la policía estatal para
desalojar a los trabajadores apostados en la planta. ¡Un gobierno "democrático" se
prestó a romper violentamente una huelga legítima!, lo cual muestra
el carácter burgués de este tipo de gobiernos de la "revolución
democrática".
La indignación fue mayúscula, los trabajadores se dispusieron
a defender su movimiento, armándose de lo que tuvieron a mano. Iban
a defender a toda costa la huelga, algo en lo que ya tienen experiencia pues,
hace algunos años, lucharon por derrocar a una dirección charra
y, al pretender negarles ese derecho, tomaron la planta y la defendieron en
una batalla cuerpo a cuerpo con la policía.
Así que el gobierno sabía que los obreros no estaban jugando
cuando alistaron las primeras bombas molotov, o cuando marcharon acompañados
de sus familias y la población de la ciudad de Lázaro Cárdenas,
que sabía que de la industria depende la vida económica
del puerto.
Y el charro del sector minero,
Napoleón Gómez Urrutia, lo sabía
más y, como también le interesaba aumentar el número
de afiliados, entonces se vio precisado a emprender algunas acciones,
como un paro en todas las secciones del sindicato minero a nivel
nacional, para reclamar el reconocimiento de la huelga.
El resultado del movimiento fue
sorprendente, pues primeramente el empuje del movimiento obligó a los jueces a declarar legal el movimiento de huelga
(previo aval del gobierno, por supuesto). Posteriormente obligaron a la patronal
a ceder lo que no quería y le arrancaron un aumento del ¡42 por
ciento en salario y prestaciones!, además de un bono de
7 mil 250 pesos, un incremente realmente extraordinario, porque
los aumentos de este tipo no son mayores al cinco por ciento.
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